martes, 17 de septiembre de 2024

Zapatos feos



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Dice Elon Musk que la política de Kamala Harris es “el camino a las colas de pan y los zapatos feos”. O sea, el socialismo.


Vamos, en España, hacia un mundo construido por y para el español –supo verlas venir Pemán–. De un modo o de otro, el pueblo español va a construir su “normalidad”. Después de estos años revueltos, la “norma” parece ser otra vez la “socio-democracia”.


Del pan como objeto de la lucha de clases guardamos el registro de Sainz Rodríguez, mecenas de Camba, metomentodo monárquico y sátiro, para quien una huelga general consistía “en que se cierran las panaderías”, y él, montañés por todo lo alto, se hizo “follower” de la huelga general porque ese día comía, en vez de pan, sobaos pasiegos.


De los zapatos feos como seña de identidad socialista tengo el recuerdo de los jugadores del Dinamo de Kiev de Lobanovski (tal vez el mejor equipo que uno haya visto) que en el 86 jugaron la final de la Recopa contra el Atlético de Madrid en Lyon: al salir a entrenarse, dejaban sus zapatos en fila, junto al banquillo; eran marrones, como de madera, y parecía una exposición de tumbas de terracota, y ésa fue la imagen que me hice de la URSS para siempre.


Hoy, zapatos casi tan feos como los de Blokhin son los de Pedro Sánchez, y si Cánovas no podía creer que Velázquez pintase lo feo por gusto, sino porque se lo ordenaban, tiene que ser obediencia y no gusto lo de nuestro “Conducător”, que con esos zapatos ha pasado de perseguir la corrupción “preveyéndola” a tiranizar un país de por sí bastante tiranizable, por muchos aspavientos que haga al oír al Tirano Carteras (“Donde todo está en una mano”, sitúa Hamilton la tiranía) anunciar que gobernará sin legislativo.


En el 44, Russell estaba en América y quería regresar a Inglaterra, pero no había pasajes y fue a la Embajada, donde tuvo el siguiente diálogo: “Admitirán ustedes que ésta es una guerra contra el fascismo.” “Sí”. “Y admitirán también que, en esencia, el fascismo es la subordinación del poder legislativo al ejecutivo”. “Sí”. “Pues bien, yo soy el poder legislativo, y ustedes, el ejecutivo. Así que, si me retienen lejos de mis funciones legislativas un solo día más de lo necesario, son ustedes unos fascistas.” Y le firmaron un pasaje.


La separación de poderes es una cosa que sólo funciona en los países (que sólo son uno) donde existe la separación de poderes. En el Estado de Partidos, que es lo nuestro, el legislativo son los partidos, y los partidos son las voluntades de sus jefes, que suelen estar alquiladas a un grupo económico y a una potencia extrajera, da igual el orden.


“Por noticia personalmente comunicada sé que el Dr. G. Leibholz proyecta una elaboración explicativa del concepto de representación”, anota Schmitt en su teoría constitucional, mas lo que hizo Leibholz fue imponer el sistema proporcional, que “elimina cualquier atisbo de representación”. Y sin representación, “pishas” y “shoshos”, ¿para qué un legislativo?