lunes, 30 de septiembre de 2024

El barco y la botella

 


El 7 del Real Madrid mandando a callar a los antis en diferentes épocas

@danii7mm


Ignacio Ruiz Quintano

Abc

La fuerza del Real Madrid, como la fuerza del universo según Espinosa, excede infinitamente la fuerza de cada una de sus partes. Y esto es lo que nos vino a recordar Endrick con su gol al Suttgart.


Endrick es un genio en época de vacas gordas como lo fue Juanito en época de vacas flacas. Juanito era chupón porque cogía el balón, levantaba la cabeza, veía a su derecha a Pineda y a su izquierda a Isidro, y decidía seguir regateando. Endrick es goleador porque coge el balón, levanta la cabeza, ve a su derecha a Vinicius y a su izquierda a Mbappé (¡Vinicius y Mbappé!), y decide tirar a gol.


El Madrid de Ancelotti ha pasado del 4-4-2, su sistema ideal, al 4-3-3, un sistema ilógico, y ver jugar al equipo es ver al entrenador italiano peleando con torpeza por meter un barco en una botella. Por momentos, el propio Ancelotti pierde en la banda su mirada de “líder tranquilo”; superado por una situación agobiante, recuerda a Boadella, que expresa su perplejidad con cara de babuino mirando por un tubo.


El 4-3-3 los mata a todos. Mata a Courtois, reducido a muñeco de pim-pam-pum. Mata a Aureliano, que es un medio centro remando en el océano, con los “pranes” mediáticos apretando para traer a Rodri, que es majo con la prensa y no toca el piano. (Si el pase a primer toque de Aurealiano en el gol de Mbappé al Stuttgart lo hace Kroos, todavía estarían los comentaristas poniendo los ojillos como bolitas de alcanfor, pero ni se le mencionó). Mata a Vinicius y a Mbappé, corriendo y tropezando como espermatozoides en el mismo cuello de botella. Mata a Bellingham, cuyo fútbol se pierde haciendo surcos como otro Carvajal. Mata a Valverde, que va y viene, y viene y va (“box to box”, en la jerga culta), perdiéndose un buen atacante para ganar un mal defensor. Y mata a Modric, que a sus años juega lo de la selección y lo del club para completar las cotizaciones sociales que le faltan para completar su pensión.


La única razón del 4-3-3 es Rodrygo, que te hace una de Garrincha y veinticinco de Pedro León, pero cuenta con el elogio de las maras mediáticas, que lo elogian a la española, es decir, contra alguien, que en este caso es Vinicius. En una cultura de carácter como la del Madrid, Rodrygo desentona como la princesa de Rubén: “La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa…” Si llega a caerle encima la de Vinicius, ¿dónde estaría Rodrygo? “¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, / o en el que ha detenido su carroza argentina / para ver de sus ojos la dulzura de luz? / ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, / o en el que es soberano de los claros diamantes, / o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?”


En la época de la Guerra Fría, el periodismo, que siempre ha sido la rama del poder encargada de hacer que lo malo parezca un accidente, preguntaba a todos los entrevistados por Kruschev. “¿Qué le parece el gesto de Kruschev quitándose el zapato en la Onu?” “¿Considera usted normal que Kruschev haya enviado al espacio a la perrita ‘Laika’ metida en un Sputnik?” Es el mismo cuestionario, pero con Vinicius, que ahora han de encarar todos los entrevistados en los programas de porteras del deporte para influir en el piperío del Bernabéu, que cuenta con sus propios “gagman”: Ussía, Schuster, Mijatovic… El alemán y el montenegrino compiten por la vacante de Doña Croqueta en la radio gubernamental. A Schuster, que en una final de Copa de Europa con el Barcelona en Sevilla contra el Steaua se fue por su cuenta del estadio en taxi cuando fue sustituido por Terry Venables, lo recordamos en una final de Copa del Rey en Zaragoza celebrando con cortes de manga al Madrid los goles de su equipo (Maradona, molido a palos, y diez más), pero el hombre se ha hecho mayor, se ha dejado “look” de filósofo alemán (en concreto, Peter Sloterdijk) y ve feo que Vinicius, al marcar un gol, se lleve el dedo a la boca en San Sebastián, porque, como dicen los entendidos, la grada estaba llena de niños con sus familias, y no como cuando Iniesta hizo el mismo gesto a la misma afición, que, al ser natural de Albacete, tuvo la finura de dirigirse a la grada poblada únicamente de chapelas, que agradecieron la atención que tuvo con ellos el jugador culé, aunque la Real se fuera a Segunda.



Mingorance

Rafael Herrero Mingorance, que quiso ser torero con el nombre de Rafael Alhambra, recordaba como una pesadilla de su posguerra un pueblo riojano en cuya plaza de toros, para afear la mala actuación del torero, las señoras situadas en un sector de la grada se limitaban a levantarse las faldas en silencio, con lo que el censurado sólo veía, en aquella cordillera venusiana, un sanedrín de austeras barbas sombrías. Para satisfacer a los “pranes” mediáticos que ahora aprietan para arrebatarle a Vinicius el Balón de Oro, habría que pensar en una grada así para los campos de España, que es donde radica el problema con Vinicius, una buena razón (más el exceso de partidos que hacen a los futbolistas plantearse una huelga) para que el Real Madrid abordara la Liga nacional, que nada le aporta, como preparación de la Liga europea, y viajara a los pueblos de España con un segundo equipo (suplentes y canteranos), reservándose a los artistas para las competiciones importantes.


Hay que centrarse, pues, en la Liga europea, aunque el Big Data, que debe de ser tirando a masoquista, ya ha echado sus cuentas y desecha como triunfador al Madrid en beneficio del City, el “castell” de Guardiola sobre el que Endrick, y todos tenemos ese presentimiento, se va a marcar, de zurda, una “enxaneta” en Munich.


[Sábado, 21 de Septiembre]