miércoles, 25 de septiembre de 2024

Barcelonadas




Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


En un besamano, en El Escorial, durante la guerra, el general Petain, embajador de Francia, se cuadró delante de Franco y saludó brazo en alto. Cuando le preguntaron por qué lo hizo, respondió:


Pour enmerder les autres!


Cuando alguien proclamaba una verdad en términos así de absolutos, Eugenio d’Ors gritaba:


¡A la pizarra! ¡A la pizarra!


Barceló, que no debía de estar lejos, levanta el dedo y pide salir a la pizarra:


Para mí, la mierda es como el Heimat de los alemanes.


La pizarra es el periódico de Roures, que ha recogido las últimas deposiciones del artista, que está a gusto en la entrevista:


Cuando conocí a mi mujer le regalé una mierda de asno en forma de corazón y pintada de rojo, acompañada de un poema de Verlaine que dice: “Voici mon coeur”. Y se lo tomó bien, porque se casó conmigo.


No hay sitio en este folio para tratar de las asociaciones que el psicoanálisis establece entre la mierda y el oro. Pero nos da tiempo para aclarar que Barceló no es David Nebreda, a cuyo lado, como nos tiene dicho el gran Pepe Cerdá, todos los demás se convierten súbitamente en impostores.


Barceló es la Belén Esteban del arte contemporáneo, a quien los mejillones se le escapan de la paella, como ha ocurrido en el “Big Spanish Dinner” del Sofidú. ¿De qué huyen los socarrones bivalvos? Del ego del artista, banal como la vida misma que lleva/llevamos.


Estamos vegetando al compás del mercado.. Comemos, dormimos como animales en una granja próspera y bien surtida: comer y dormir, sexo; ¡la granja de Occidente!


Es lo que decía, no hace tanto, el descreído Jean Clair, ex director del Picasso, para quien ir tirando de pollo bien alimentado en una granja no tiene ningún interés, y el arte con que se expresa, tampoco.


Este Barceló es el que presumía de no haber leído a Dante (“para evitar influencias”) cuando se disponía a ilustrar la Divina Comedia.