sábado, 28 de septiembre de 2024

Baudrillard

1990.  ©ANDERSEN ULF/SIPA


Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Un malicioso Heinrich Heine llegó a sugerir que el afamado estilo grisáceo y plúmbeo de Kant bien podía ser una triquiñuela del puntualísimo filósofo de Königsberg para disuadir a los censores. Desde luego, el estilo grisáceo y plúmbeo de Baudrillard y los suyos –“¡oh, mon Dieu, les philosophes!”– no es más que una triquiñuela francesa para disuadir... a los lectores. En política, nada hay más influyente que un escritor sin lectores (ahí está Azaña, de cuyo peligro avisó Unamuno), y los intelectuales como Baudrillard carecen de ellos. Por eso, a su muerte, todo el mundo ha podido decir de él, sin que nadie lo note, lo que ha querido.


Baudrillard, el filósofo de la seducción. Todavía el filósofo francés de cuerpo presente, el presidente español Rodríguez, con los pulgares en las sisas de su chaleco imaginario, nos instruía desde la tribuna del Senado: “Lo que cuenta es la seducción.” El mundo encantado de la seducción frente al mundo desencantado de la realidad: Baudrillard. ¿Y si Rodríguez lo hubiera leído?


Un día el seductor Baudrillard negó la realidad como el obispo Berkeley había negado la materia. Discutiendo con el doctor Johnson sobre la ingeniosa sofistería de Berkeley, Boswell, su secretario, dijo: “Aunque estamos convencidos de que su doctrina no es verdadera, es imposible refutarla.” Y estalló el doctor Johnson: “Dando una patada a una gran piedra con todas mis fuerzas hasta que rebote el pie. ‘Así’ lo refuto.” ¿Cómo refutar la inexistencia de la realidad? ¿Pateando un cuadro de Tàpies como si fuese, escala uno-uno, la piedra del doctor Johnson?


La observación de Baudrillard de que la muerte ocupa hoy el papel pornográfico que ayer tenía el sexo y que por eso se la censura era interesante, pero, en éstas, le llegó la hora en que los filósofos desatinan: “la prodigiosa alegría que provoca asistir a la destrucción de la superpotencia mundial que fomentó con su insoportable poder toda esta violencia extendida por el mundo”. Marxista al fin, se refería a los Estados Unidos de América. Y, a la vista del 11 de Septiembre, su gran fuente de energía intelectual, escribió:


Son los terroristas quienes lo han hecho, pero hemos sido nosotros quienes lo hemos querido, dibujando así un acto que ha quedado engrandecido a través de la subjetividad global, un hecho que ha quedado delimitado por la conciencia pública más que por su pura representación real. Somos entonces no sólo creadores de la obra, sino parte integrante de esa gran instalación.


Y, al final, Baudrillard se nos ha muerto, eso es lo único real, sin decirnos a quién había de votar. ¿Sarkozy el seductor o Ségolène la Royal?