El Carnaval... y lo que haga falta
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Es difícil ser optimista con la que está cayendo y no me refiero sólo a la peste de la China, pero los de cierta edad al llegar la Navidad pedimos cosas que nos parecen posibles y ayudan al prójimo: tal que salud para todos y especialmente los tuyos, que nadie pase necesidad y una buena colocación para los hijos propios y a los que los tuvieren. En esos buenos sentimientos quiere pasar uno lo que le quede de vida pero además y como casi todos somos egoístas para nuestras "cositas" para el año 22 pido que se salve el Burgos, que el Córdoba ascienda "del tirón" sin jugar promoción y que también se salve el Cádiz al que tengo cariño por lo bien que lo he pasado siempre en el Ramón de Carranza y alrededores.
Cómplice de corazón en los afanes del Cádiz CF en el Bernabéu para acarrear un punto, sé que lo va a tener muy difícil porque el enemigo lo tiene en casa. No se me quita de la cabeza el cerrilismo del Kichi, un alcalde que se atreve con lo más sagrado y así como ha plantado el lunes de Carnestolendas en el día de San Antonio (13 de junio), como aquellos emperadores romanos que inventaban fastos a capricho que duraban lo que su reinado, se ha ciscado en la liturgia y los misterios del fútbol que también son fútbol. El Kichi iba al Carranza por moda... y sus rollos de la política pero de "fúrbo no entiende ni papa", dicen en lo de Juanjosé. Al borrar el nombre del estadio Ramón de Carranza al Cádiz le ha caído una desgracia cuyo remitente es la alcaldía y así lo tienen asumido los viejos cadistas que ya vivieron una tontada parecida cuando en 1950 y según un historiador del equipo, Manolo Granado, al que tampoco le gustan la moderna licencia de cambiar a menudo el pantalón azul por el amarillo, a alguien se le ocurrió vestir de morado, como el pendón de Cádiz. El capricho duró una temporada y el portero Manolo Bueno, padre de Manolín Bueno, el extraordinario reserva de Gento, dejó dicho que lo único bueno es que parecían botellas de vino tinto.
"No vamo a ganá en el Mirandiya hasta que no le quiten el nombre y si ganamos algún partido seguro que no vale pa ná ya. El Kichi nos quiere en el joyo; seguro que es sevillista". "El Kichi es del Feryenó de Roterdán qués and'á nacío".
Así hablaban hace ocho días por la mañana en Barbate dos forofos antes del Cádiz-Granada. El Cádiz va a necesitar sacar puntos fuera de casa porque en la suya el gafe, la maldición o el mal de ojo ya está echado y funcionando. Quini, el gran Quini, tiene contado que llevaba ajos a todos los campos y se hacía el longuis cuando los jugadores visitaban el césped por la mañana. Se agachaba, escarbaba con las manos y sembraba un par de ajos dentro del arco. "En el Molinón agarró alguno". Burguete solía plantarlos en El Plantío. Los que nos tomamos en serio las manías vigilábamos los besos de Blanc en la calva de Barthez en el Mundial que ganó Francia y la primera pisada en el césped de Ronaldo el gordito, siempre con el pie derecho. Bilardo trajo a su Quiricocho que conforme manifiesta Capdevilla fue el conjuro mágico que nos salvó del gol de Robben ante Casillas, además de manías originales en gente impensable: Gatuso leía a Dostoyevski antes de los partidos. A un templo sagrado del fútbol como el Ramón de Carranza no pueden borrarle el nombre cuatro amigachos (275 votos de 1.068 votantes) de un hombre que ignora la Historia del Cádiz y los sagrados principios de un club.
El cadista teme que cuando el Kichi se entere de que el amarillo y el azul los lleva el equipo por los salesianos ¡¡curas!! le de el arrebato y obligue a cambiarlo por el color favorito de su señora: el morado del pendón de Cádiz. Como en el 50. Como cuando Franco.
¡Que el Carranza vuelva a ser el Carranza! Sólo así se salvará el Cádiz.