Rata es una rata es una rata es una rata
G. Stein
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Que con la gente llamándoles traidores por las calles no estén los amaneceres del Retiro atestados de ministros batiéndose en duelo por su honor prueba que la contemporaneidad española está corrompida hasta la deformidad.
¿A qué se debe esta interiorización española de la cultura de la traición? Conmovida por el espectáculo, una de las dos figuras más brillantes de nuestro pensamiento político tuvo la curiosidad intelectual de estudiarlo, y sacó sus conclusiones.
El consenso español de la Transición sería un hijo faltoso del consenso europeo de la Guerra Fría: una conveniencia táctica, éste, y un valor moral absoluto, aquél, arraigado en la picaresca desatada en tiempos de reparto y de aseguramiento. La deslealtad como lazo que anudó el consenso.
–El valor positivo de la deslealtad –escribe– se basa en la ausencia de remordimiento si, y sólo si, la traición de todos a su pasado les hace renacer con otra personalidad reconocible, o admirable, en una nueva sociedad de desleales.
Al desaparecer de la clase media la pobreza, la deslealtad sustituye a la envidia, que fuera el “resorte anímico de la Restauración” en palabras de Galdós: “Imperio de la deliciosa Sinrazón, ley de la mentira provechosa, holganza de las inteligencias, triunfo de las travesuras, terreno en que medran los tontos, se enriquecen los audaces y todo va al revés de lo que ordenan las antiguas pragmáticas del Padre Universal”.
–Ningún novelista, historiador o sociólogo ha representado, narrado o analizado el nuevo mundo español de la deslealtad: la deslealtad hacia el propio pasado como condición de prosperidad personal.
Fuera, lo hizo Proust, que vio que esa deslealtad no produce remordimiento ni desprestigio, si garantiza mejor vida social en el porvenir: “Esta indiferencia será en un sentido real la muerte de nosotros mismos, una muerte seguida, es cierto, por una resurrección, pero en un ser diferente”.
Las cosas son lo que son. Rata es una rata es una rata es una rata (Gertrude Stein).
[Jueves, 24 de Junio]