sábado, 9 de junio de 2018

San Isidro'18. XV y Fin de Feria. Adolfos serios, cogida del Cid, faena de Moral y puesta en el sitio de Ángel Sánchez

El Cid

José Ramón Márquez


Parece que era ayer mismo cuando don Gabriel Martín, estrafalariamente ataviado como un barquillero del Retiro, franqueaba el portón por el que asomó Lagartillo, número 50, el novillo negro listón de Guadaira con el que se inició la Feria del Isidro 2018, y hace un rato acaba de ser arrastrado por el tiro de mulas de los Mosus de Cuadra, los benhures de la propineja, el cárdeno Carpintero, número 14, con el que se pone fin a la misma. Entre la juempedritis bodeguera de aquel novillo del 8 de mayo hasta la seriedad albaserrada del toro de Adolfo Martín del 8 de junio, se nos ha pasado la Feria, otra más.

Para la corrida de fin de Feria los Dombos idearon un interesante cartel protagonizado por los toros de Adolfo Martín y por los matadores El Cid, Pepe Moral y Ángel Sánchez, que venía a tomar la alternativa y la confirmación, siendo esta la primera vez que alguien recibe la alternativa con toros de Adolfo Martín, que ahí tienen un motivo de felicidad los que gustan de vivir momentos históricos, y un motivo de admiración los que quieran apreciar el macizo gesto del joven ex novillero.

Sin hablar de la decepción de Teruel del año pasado, las últimas corridas que Adolfo Martín trajo a Las Ventas nos tenían un poco desconcertados, por no decir amoscados, ya que sin acabar de dar el paso hacia lo verdaderamente comercial las trazas que presentaban eran más bien poco halagüeñas en cuanto al registro de casta y de inteligencia. Sin embargo hoy Adolfo se ha traído a Madrid un festín para el aficionado con seis toros de óptima presentación y de variado comportamiento que han devuelto a Las Ventas el sello de la imprevisibilidad del toro de lidia. Aunque parezca sacrilegio poner aquí el nombre del Cuvillo lo pondremos como contraejemplo de lo de hoy, dado que los revistosos del puchero estarán cantando como excelente la corrida que echó el propietario de El Grullo el pasado día 25, seis toritos todos iguales, clones el uno del otro en la cosa de la muleta, las mismas embestidas, la misma falta de ideas, la misma entrega preconcebida, y en cambio estos seis adolfos de hoy fueron cada uno distinto, cada uno con su particular personalidad, con agresividad y entrega, con la reserva que crea incertidumbre, con la acometida maciza y briosa a la muleta, con la promesa, fatalmente cumplida, de la cogida, los albaserradas de Adolfo Martín han traído una auténtica montaña rusa de emociones.

La parte peor de la tarde se la llevó Manuel Jesús El Cid, que fue a quien le tocó pagar el tributo de la sangre. El toro se llamaba Monerías, número 1; brinda al público El Cid y se va al toro, le pone la muleta frente al 6 y comienza a labrar la embestida del toro con la muleta en la derecha, entre las rayas, recogiéndole y sin dar la impresión de que acaba de fiarse de él, andando le da dos con la derecha en los que el toro le protesta y, perdiéndole unos pasos, le vuelve a citar dejándose ver; el toro acomete a la muleta y en el mismo embroque ve al torero y le suelta un derrote seco y certero con el derecho que le prende del muslo y le saca de la corrida poniéndole a disposición de la ciencia de Padrós. A partir de ahí la corrida se queda en un desigual mano a mano entre la experiencia de Pepe Moral y la bisoñez de Ángel Sánchez.

Antes de seguir tenemos que recordar una vez más el fantástico galimatías de toros y toreros que explica, con desparpajo y facilidad, el gran Manolo Morán a unas extranjeras en una inolvidable escena de la fantástica “Tarde de Toros”, filme de Ladislao Wajda de 1956, porque hoy pasaba algo así, que el tercero mataba el primero y al resultar cogido el primero, que mataba el segundo, al tercero le tocaba matar al segundo y también al tercero y luego el tercero se ocupaba del cuarto, el segundo mataba al quinto y, por fin, el tercero remataba la tarde matando al sexto. Fácil, aunque si eres de Wisconsin la cosa no lo es tanto.

Mientras la tarde rodaba por los senderos de la normalidad, es decir, en la lidia del primero, se esperaba con atención al joven Ángel Sánchez, que dejó su sello en una tarde de 2017 en la que yo no estuve en los toros. El toro de la alternativa y de la confirmación se llamaba Mentiroso, número 1, y con él estuvo Sánchez francamente bien mandando al tendido el mensaje de su buena colocación y, por momentos, del mando de su muleta. El toro tenía lo que se dice cuatro tandas y el torero se empeñó en demostrar que se puede citar adelantando la muleta y que echar la pata hacia adelante no es algo de ciencia ficción, tal y como se empeñan día a día en hacernos creer. Ángel Sánchez nos dejó un excelente sabor de boca en ese toro, por más que alargase su trasteo cuando ya el toro estaba muy parado, y cuando dobló el animal ya estábamos deseando que llegase el sexto para verle de nuevo. Luego le tocó, a causa del percance de El Cid, vérselas con el que debería haber sido el segundo del de Salteras, Horquillero, número 49, que sometió a Sánchez a una prueba impresionante, pues las condiciones del toro en la muleta, su agresiva violencia, su inteligencia, su sentido, su seriedad constituían un desconcertante reto para las habilidades de un hombre que acababa de tomar la alternativa hacía media hora larga. Era Horquillero un toro para Andrés Vázquez o para Ruiz Miguel, para muletas poderosísimas y dotes acreditadas para el dominio. Aunque el reto para el nuevo matador de toros era prácticamente insuperable por las condiciones del Adolfo, el muchacho no se arredró y trató de salir de aquel vendaval con la mayor dignidad posible. Yo creo que ese toro, cuyo sentido y agresividad recordará Ángel Sánchez muchas veces a lo largo de su vida, un toro de unas condiciones tales como jamás han visto los cuatro que están a la cabeza del escalafón, le sacó completamente de la corrida, descentrándole cumplidamente, y así llegó hecho unos zorros al sexto, Carpintero, número 14, donde no asomó ninguno de los méritos que demostró en su primero en el rato que duró el toro antes de quedarse reservón y espeso, como si aún llevase encima la losa de granito de Galapagar que le echó Horquillero en las costillas. Ahí, en el desarrollo de esta tarde, en los tres toros y las circunstancias que los hados le han deparado, en la particular bajada a los infiernos de Ángel Sánchez, está descrita de manera evidente la dureza del oficio que él, por propia voluntad, ha elegido. Ahora se trata de recomponer los propios fragmentos y seguir hacia adelante, sin renunciar a la ilusionante personalidad que ha dejado traslucir en su primero. Apetece volver a verle.

Y Pepe Moral, que hoy ha dado la perfecta medida de sí mismo, y el resultado no es, por desgracia, como para ponerse a echar las campanas al vuelo. Nos quitamos de en medio dos toros, porque por ir a lo negro -a lo cárdeno, hoy- la cosa se debe enfocar en el quinto toro de la tarde, un cinqueño que le había correspondido por sorteo, o sea que la cosa iba predestinada, y que se llamaba Chaparrito, número 1, y ese número 1 sí que estaba bien puesto porque Chaparrito es, en la última corrida del serial y sin lugar a dudas, el toro de la feria. Desde los primeros lances se vio que el adolfo se movía con clase en una embestida hermosamente vigorosa. Su paso por la cosa caballar no es que fuera una birria, pero tampoco fue como para una mascletá, al menos digamos en su favor que se arrancó de largo al segundo puyazo. En banderillas apuró lo suyo y, en el segundo de sus pares, hizo hilo con Juan Sierra, haciéndoselas pasar canutas, empujándole con la testuz,  sin que por ventura la cosa pasase a mayores. Con un run-run de expectación corriendo por los tendidos, se va Pepe Moral a por Chaparrito y se lo saca hacia el tercio con la derecha, flexionando la pierna en cinco pases y uno por alto en los que obliga poco al toro y en los que se aprecia perfectamente la condición fija del burel y la clase de su embestida. A partir de ahí Pepe Moral plantea su trasteo en tres series de poco compromiso, en las que hace moverse al toro con gran sabiduría, y un manejo óptimo de la muleta para llevar al toro largo y dejarlo muy bien colocado, pero se equivoca de plano Pepe Moral en plantear su trasteo dejando la pata escondida, porque pisar el terreno del toro y caer hacia adelante entre pase y pase es justamente lo que habría vuelto loca a la Plaza. Donde Moral tenía que haber liado un gallinero había aplausos, pues su oficio pasado por las manos del gran Manolo Cortés (qDg) es innegable, pero Moral estaba en condiciones de reventar Madrid, por las condiciones del toro y por el propio corte del torero, y no lo estaba haciendo. Gulas en lugar de angulas, para entendernos. Cuando se cambia la muleta de mano firma, al natural, la gran serie de la tarde y de la Feria, un primero por afuera para poner al toro en movimiento, cayendo hacia adelante para traerse al toro en el segundo y ceñirse a él perfectamente en el tercero y el cuarto y aguantar con inteligencia y oficio un parón en medio del quinto natural, que resuelve con gran espontaneidad, andando, y rematar la serie con uno por alto. Luego se descalza y vuelve a la derecha, para dar otra serie de poco fuste, y retorna a la izquierda donde vuelve a dar un espléndido natural, aunque en esta serie el toro no responde tan óptimamente como en la anterior. Donde tenía que haber habido un triunfo grande, hubo tan sólo una oreja de esas que se dan con la connivencia de los Mosus de Cuadra; donde Pepe Moral tenía que haber salido proyectado como un cohete hacia el Planeta de los Toros, hubo poca ambición y acomodamiento. Decíamos de Horquillero y Ángel Sánchez, pero Chaparrito es toro que pesará en la carrera de Pepe Moral. Resaltemos lo bien que ejecutó la suerte suprema en sus dos intentos, en corto y atacando en recto en ambos. Cobró un pinchazo en el primero señalado en buen sitio y una estocada desprendida en el segundo, que a los toros buenos hay que matarlos por arriba y haciéndoles bien la suerte.

En este postrero festejo de la Feria del Isidro 2018 no faltó la correspondiente Fiesta del Olivo, y que me perdonen los de Mora, protagonizada por Curro Robles e, innecesariamente, por Rafael Limón.



Viendo venir la tarde

Confirmando a Ángel Sánchez

Cogido por Monerías

Ecos de las marismas 

Anderson Murillo

Nuestra Puerta Grande

Adiós San Isidro