miércoles, 20 de junio de 2018

Primeras impresiones

 Bednarek, por Polonia

Davinson Sánchez por Colombia

Francisco Javier Gómez Izquierdo

  ¡Qué extraordinaria cosa es un Mundial! No necesariamente por el fútbol, que también, sino por las variopintas especies sentimentales que hasta a los más adictos nos descoloca. Sabemos de los fanatismos suramericanos, el argentino sobre todos, reacios a salir perdedores de la natural incertidumbre de un partido en el que siempre parten como favoritos por historia y plantilla (Brasil, Argentina), por redaños (Uruguay), porque Dios es colombiano o por la protección de la Virgen de Guadalupe a los mejicanos. Los hinchas de Costa Rica y Perú también rezan y lloran por sus futbolistas, pero en el fondo se conforman con quedar “decente”, que es una manera de condicionar a las divinidades por clasificar segundos de grupo. Los seguidores de las selecciones asiáticas, en su mayoría, no son conscientes de la calidad futbolística europea o americana y creen que el honor puede contra cualquier condicionante occidental. Tal planteamiento hace que sus representantes se las pinten con descomunal esfuerzo para amargar la tarde al equipo más pinturero por miedo a lo que les espera a la vuelta en sus países.

      Al aficionado europeo, mayormente al bianual -eurocopa y mundial- se le están contagiando las cantadas taras argentinas y a  los que somos adictos desde hace más de medio siglo nos dan un poco de miedo estos arrebatos preveraniegos de “gentes” que suele mirar el “furbo” con exigencias de general.  Un “victoria o plomo”, que dicen los colombianos con la naturalidad con la que piden un café.
      
Teniendo en cuenta cómo ha crecido a nivel mundial la crispación de los hinchas, miedo me da el menudeo de fallos garrafales -las nuevas generaciones dicen errores groseros- y el que más el de Davinson Sánchez, al que ya me han dicho que un sicario le recetó “plomo al momento”. No es cosa de parecer tremendista, pero si a los inimputables futbolistas saudíes se les amenaza con la reprobación pública en el país, ¿qué sería de De Gea, Kimmich, Cristián Cuevas, Krichowiak o Bednarek, el abracadabrante 5 polaco? De Messi y Neymar ni hablamos. Bastante tienen con lo suyo y a ellos toca arreglarlo por capacidad, talento e ineludible compromiso.
      
Sí. Tras el primer partido de cada grupo lo más destacado para un servidor ha sido la disciplina defensiva de en modo superlativo Islandia; de Suiza, conocedora de las limitaciones propias y sobre todo las debilidades ajenas y que creo dará mucho que hablar; de México al que acusan de machista como si no fuera Ballack quien se “chivateara” de las encantadoras tendencias de la selección alemana; de Senegal, con los colosos Sane y Sabaly y un Mbaye Niang más rápido y listo aún que Mane.
     
Se habla de decepciones. Que si Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Francia ¿?,... pero pasarán. No sé a cuento de qué argumentos Polonia era favorita en el grupo H, a no ser que las crónicas estén influenciadas por los románticos recuerdos de escribidores y charlatanes de mi edad que sueñan con el regreso de aquel Lato, aquel Deyna o aquel Boniek que tanto engrandecieron el fútbol polaco y al que abrazamos en dos épocas distintas con un enamoramiento casi adúltero. Adúltero porque nuestro equipo es España y en este mundial no andamos ni bien ni mal. Empate. A la expectativa. Temerosos y confiados. Horrorizados ante la posibilidad de no ganar a Irán y optimistas porque tanto Rusia como Uruguay son ganables en octavos.
        
Hasta hoy sólo me he perdido el Perú-Dinamarca y como aficionado me quedo con el España-Portugal, el Alemania-Méjico y los sobos tácticos de Islandia, Suiza y el Senegal. 
   
¡Ah, sí!. Se me olvidaba señalar, como todo el que se las da de entendido en la materia, que ojito con la Bélgica de Lukaku, Hazard y Courtois. Yo creo que se olvidan que con  los belgas también juegan Meunier, Boyata y Toby Alderweirled, pero seguro que mis sospechas son infundadas.