jueves, 7 de junio de 2018

Españina

Henri Poincaré

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La historia de toda nación es un vasto sistema de incorporación, arranca Mommsen su “Historia de Roma”. Pero España, que fue más grande que Roma, es un vasto sistema de desintegración, administrado ahora por Pedro Sánchez, como caricatura de Wayne Szalinski (Rick Moranis) en “Cariño, he encogido a los niños”.

Szalinski era un logrero de la ciencia que inventó la máquina de encoger las cosas, pero una pelota de béisbol la activó accidentalmente sobre sus hijos, que vivieron una aventura intentando cruzar el césped del jardín (¡una jungla amazónica!) hasta su casa.
Sánchez es un logrero de la política que inventó el arbitrio de encoger las naciones, pero una moción de censura lo ha activado accidentalmente sobre los españoles, que van a vivir la aventura de intentar viajar de Madrid a Burgos para ver a los abuelos con no más de media docena de pasaportes.
A España se la llamó “nación de naciones” por las naciones que fundó en América. Sánchez ha oído campanas, pero no sabe dónde, y si le preguntan por la “nación de naciones” que con tanto ahínco él defiende, contesta:

España, Galicia, País Vasco y Cataluña.
¿Naciones biológicas? ¿Étnicas? ¿Políticas?
La jurisperita de Sánchez es Adriana Lastra, que en memorable rueda de prensa aclaró los conceptos:

España es un reino, ¿no? Y Asturias es un principado, ¿no? Son gobiernos distintos, ¿no? Y se llevan bien, ¿no? ¡Pues lo mismo!
Sánchez, que se dice en posesión de una tesis doctoral, aunque tan secreta como la fórmula de la coca-cola, ha venido a dar vuelta como un calcetín la teoría de Poincaré, y cree que, si España y todo lo que hay en ella se encoge una noche en la misma proporción, no lo advertirá nadie.
Y así es como el Estado de partidos del 78, con sus fatuos caudillejos comprados en los chinos, va a consumar el proceso de desintegración (encogimiento, según ellos) “alzándose con los reinos, como si se tratara de un botín medieval”, en imagen sacada del laberinto de Octavio Paz. ¡La Españina!