viernes, 1 de diciembre de 2017

Salvadores

Jaime I el Conquistador

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Pónesele a Mariano cara de Cristo en la Oración del Huerto, y Puigdemont, que de hacer el Fabiolo por Bélgica tiene ya aire de angelote navideño de cartel sevillano, declara que “Rajoy ve la unidad de España como algo religioso”.

Ho salvato la Spagna –dijo Mariano a “La Repubblica”.

Pero Bruselas es cara, y Puigdemont piensa en su “Republiqueta” y quiere discutir con Mariano el reparto del cepillo, como en aquella controversia barcelonesa de 1263, ante Jaime I, entre el rabino de Gerona Mosé ben Nahman y el converso Pau Cristiá.
Los catalanes, según conclusión de Albornoz, sintieron siempre con tanta vivacidad como los demás españoles la superior unidad nacional, y pone por delante a otros dos grandes “salvatores” de España (“los dos más grandes reyes de la dinastía catalana”): Jaime I y Pedro III.
Barones, ya podemos marcharnos, que hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el honor de España –dijo Jaime I ante Gregorio X, a la salida del concilio de Lyon, tras poner su ejército de mil caballeros y su flota al servicio de la cruzada. El mismo rey que “para salvar a España” (ésas fueron sus palabras) intervino en Murcia y sometió a los moros murcianos alzados contra Alfonso el Sabio.
Igualmente “por salvar el honor de España”, cruzó Pedro III, desde Sicilia, el Mediterráneo y España para acudir, heroica y novelescamente, al palenque de Burdeos para batirse con Carlos de Anjou, que le había tendido la trampa.

Puigdemont es otro gandumbas que va de ilustrado porque escribe “dios” con minúscula, y no sabe que el origen de la unidad española es religioso, según descubrió el 98 leyendo al cardenal Romo, que demuestra que la soberanía nacional, “tan decantada entre los corifeos de nuestras Cortes, no ha sido ejercida nunca ni por sueños en España”… Y que no hay más soberanía que la del pueblo americano, “única que existe en toda la extensión de la palabra, y de la que las de la Europa no son más que un simulacro”…

Las dudas, a María Soraya.

Pedro III el Grande