domingo, 3 de diciembre de 2017

A dos goles por partido. En Huesca, tres

Emilio Vega. De Córdoba a Huesca

Francisco Javier Gómez Izquierdo

Tengo el compromiso conmigo mismo de intentar contar el fútbol de cada jornada de Liga en 2ª división del Córdoba CF, pero me da la impresión de que el mismo Córdoba va a liberarme de tan penosa obligación autoimpuesta. Y es que el Córdoba no está ya en Segunda. Podríamos aparcar el derrotismo y decir que el Córdoba navega a la deriva en optimista y cursi opinión, pero la realidad es que el Córdoba está hundido tras vagar náufrago 17 días arrastrando una  moribundez  por 33 puñales clavados sin que los rivales hayan tenido necesidad de pillarlo al descuido. 33 puñaladas en zonas vitales, favorecidas por una dejadez suicida en la defensa que tiene al cordobesismo condenado a padecer, y lo que es peor, morir, de aquí a seis meses. Un embarazo a la inversa. Un embarazo que traerá muerte, ruina y pesadumbre a todos los que cogemos aire en los estadios. Un entierro en junio que nos enseñará la singular catadura de uno de ésos hombres malditos nacidos para hacer el mal a muchos en provecho propio. Desde Salmonetes... lo tenemos conocido desde hace cinco años. A pesar del insospechado ascenso a Primera, donde fuimos el peor equipo de la Historia de la Liga, que hizo maravillas en la opinión periodística cordobesa, a un servidor nunca se le despistó la perversa cejijuntez del amo del Córdoba. Alguien, más preparado que yo, le echará las cuentas de los millones que ha juntado a costa de un club arropado por demasiada sentimentalidad.

     33 goles en contra en 17 partidos da a dos goles por partido. Con esa media en Segunda es mejor ni presentarse al sacrificio, proponer un examen de conciencia y cumplir una penitencia en busca de un milagro imposible, porque si el Córdoba se salvara, en verdad daríamos por ciertos los milagros y dejaríamos de tomar como tales esos goles argentinos o colombianos que cantan locutores enloquecidos.

      La perniciosa influencia del amo del Córdoba en su propiedad se explica fácilmente con Emilio Vega, secretario técnico del Huesca, que puso el título y la cara años atrás en nuestro equipo a cambio de un sueldo, me temo que cicatero. Emilio Vega aceptaba las imposiciones en materia de fichajes y asumía resignado las acusaciones al cuerpo técnico esgrimidas por los tribuletes y las cínicas vomitonas arrojadas por el amo contra su más que improbable gestión. Emilio Vega está hoy en el Huesca, equipo que nos ganó ayer tres a uno. Con envidiable libertad ha conseguido contratar verdaderos talentos con un futuro espectacular como el de por ejemplo Cucho Hernández, 18 añitos recién cumplidos y sosias aventajadísimo del Saviola más eléctrico. Además del Cucho que ayer, menos mal, no pudo jugar, Emilio Vega se fijó en Rascaldani, Ávila o Gallar, desconocidos delanteros goleadores en sus países –Gallar el año pasado con la Cultural hizo más de veinte tantos en 2ªB, como el Borja Iglesias del Zaragoza en el Fabril- y no sé si será porque Emilio es leonés, el caso es que en Ponferrada pescó a Melero, un canterano del Madrid que parecía condenado a buscarse la vida por entre equipos menores. Melero es la sensación oscense junto al Cucho, pero en mi modesta opinión el mejor hallazgo del entrenador Rubí ha sido Juan Aguilera, medio centro que jugando hace años con el Murcia me pareció de inteligencia futbolística muy superior a la media. Tras varias temporadas emigrado ha regresado para demostrarnos a los que le teníamos fe que hasta que no conduzca al Huesca a Primera nadie se atreverá a cantar las maravillas de su batuta. ¿Qué decir de Ferreiro, gallego errante en insospechadas estaciones de 2ª y 2ªB y que ayer se bastó para volver loca a nuestra aterrorizada defensa? Para qué seguir... ¡ah! ... no quiero olvidarme de Camacho. El gran Camacho. El 10 con más de diez años seguidos en el equipo y que con  37 tacos creo que aún no ha fallado ningún penalty. Ayer, con el partido decidido salió un rato para saludar a la afición y prometerle todos los esfuerzos necesarios e imaginables en la conquista de un sueño que creo merecen. Él, por su ejemplar trayectoria, y su equipo por empezar la casa por los cimientos.