lunes, 6 de marzo de 2017

La ciclotimia pipera



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En Ipurúa, el campo del “equipo escopetero”, como dicen los cronistas, el Éibar, está prohibido comer pipas (“Pipak jatea guztiz debekatuta”, reza el cartel en la grada), y por eso el Madrid, equipo pipero por excelencia, se dedicó únicamente a jugar al fútbol.
Si el Madrid juega al fútbol y el contrario es el Éibar, el resultado es que Zidane se atreve a sacar un rato a Mariano, un producto de la justicia poética que, de triunfar, supondría una reconversión industrial de los tertulianos, reducidos todos al roncerismo, cuyas jitanjáforas valdrán para cantar lo mismo al Mariano de La Moncloa que al Mariano del Bernabéu.

Cuando mis amigos cronistas viajan a Éibar los despido con la envidia del “¡quién pudiera!” que despido a mis amigos cazadores que viajan al Gargantón.

Si no tienes un perro para ir a cazar y tienes un gato, vas con el gato porque solo no puedes ir –dijo una vez Mourinho de Benzema, que en Éibar pilló dos goles y levantó una liebre para James.
Cazar es aún más difícil de lo que lo presenta Ortega en su prólogo al conde de Yebes. La vida que nos es dada, dice el filósofo oficial, tiene sus minutos contados y, además, nos es dada vacía, opinión que podrían suscribir todos los suplentes de Zidane.

Cebrián, que es académico, cuenta que en un febrerillo loco acudió a una cacería organizada en los montes de Castilla por Isidoro Álvarez. El académico no era cazador, pero el organizador era anunciante, así que el académico se presentó “en el evento con una paralela de dos cañones”, una Sarasqueta con la que abatió una docena de perdices, “aunque lo mejor fue el espectacular almuerzo en unas jaimas”. ¡Cielo Santo! ¡Benzemá en Éibar!
El pipero es ciclotímico porque la vida lo ha hecho así. Jeanette era rebelde y el pipero vive en una montaña rusa: el miércoles del Las Palmas quería vender a Benzemá y el sábado del Éibar no cambiaría a Benzemá ni por Di Stéfano. ¿Y estos estados de ánimo? ¿El tiempo?
El contraste en el Bernabéu de los cantos gregorianos de los kikos de la grada joven con el tiquitaca salsero del Las Palmas en el césped sumió en la melancolía a una afición que celebró su última Liga con Mourinho. Pitos, pues, para el pobre Keylor, pititos para Benzemá y silencio para Sergio Ramos, que no es un central (eso decía Luis Aragonés), y por consiguiente nadie le exige que tape los huecos del central que no hay y los que en la banda izquierda deja Marcelo cada vez que se va a hacer la compra al centro comercial.
El pipero, que surgió del muermo (esa desesperación tranquila), es hoy una víctima de la ansiedad. (Fue un descubrimiento de Hughes, y ya tenemos dicho que habría que hablar de los piperos de Hughes como se habla de las oligarquías de Michels o de las elites de Mosca y Pareto). Son las prisas por ganar una Liga que amenaza… ¡Luis Enrique! El pipero tiene la sensación de falta de tiempo. Prisa. Prisa como si fuera a morirse. Prisa por “estar” antes de “ser”.
La prisa –recuerda Ruanoes para aquel que supone que parte de la pura nada y para quien todo va a significar ganancia.
Si fueran lo que se creen, los piperos deberían salir ya ganados. No desganados. Pero en su ciclotimia se ve que este año tampoco las tienen todas consigo.


Sarasqueta

PLATO Y POSTRE

Zidane parece ser de la opinión de que un equipo sin defensa carece de enemigos: la falta de resistencia, enseña el pensamiento Alicia, conmoverá al enemigo. Pero el enemigo es el enemigo y, cada vez que tiene ocasión de hacerte un gol, te lo hace. El problema, según los entendidos, es la BBC, que van de Jairzinho, Pelé y Rivelino, y no bajan al pozo a defender. “El trinomio de Cuba –dijo Foxá a Gecé–, superior al de la Revolución Francesa: ¡Ron, Café y Puro!” Bale, Benzemá y Cristiano representan el trinomio del Madrid post-galáctico (lo de “galácticos” fue ocurrencia del presidente valenciano Jaime Ortí). En el banquillo está el trinomio Isco (“yo soy segundo plato”), Morata (“yo soy postre”) y Lucas Vázquez, que hace de mozo de la chaquetilla que los sirve. Para entrenar a este Madrid hay que saber álgebra.