miércoles, 1 de marzo de 2017

Ambrosio de Morales, tremendo en la tentación

 La calle del Partido Comunista

La fuente de la Sabiduría y la taberna del Séneca 

Del padre Flórez al padre Ambrosio de Morales


  Francisco Javier Gómez Izquierdo

      Tengo la sospecha de que los que nos hicimos bachilleres en las agonías de Franco, nos quedó para los restos cierta curiosidad por personajes históricos que aparecen dando nombre a las calles de las ciudades y de los que buscamos información en las bibliotecas públicas. Recuerdo al Divino Vallés, médico de Felipe II y Protomédico General de los Reinos y Señoríos de Castilla como pone en su casa natal de Covarrubias. Supe de su existencia porque nada más licenciarme -1981- me mandaron del Paro a cuidar un hospital sin médicos ni enfermos al que la Diputación de Burgos lo había bautizado con su nombre al final de la Avenida de Cantabria. 
   
Como con el insigne Francisco Vallés me pasó con Ambrosio de Morales, por ser su calle en Córdoba (nació en ella), harto llamativa y a la vez escondida para el turista. Es calle paralela a la de la Feria, conocida ésta de todo el mundo por ser paso obligado de las cofradías en Semana Santa. Justo cuando empieza la de la Feria hay una cuestecita a la derecha con peldaños que se conoce como la cuesta de Luján y es ahí, al final de las escaleras, donde empieza la calle Ambrosio de Morales. El cartel con el nombre está plantado en la sede del Partido Comunista con su correspondiente bandera republicana. Enfrente una tienda para semanasanteros. Un poco más adelante el edificio con la fundación Antonio Gala y a los pocos pasos la cuesta de S. Benito, que deja una fuente desconocida para los cordobeses y que está tallada como de Sofía, en el año 1969, cuando aún se estudiaba el latín, para honrar a Séneca y Lucano que por lo visto murieron en el 69 d. C. Allí mismo, frente a la taberna Séneca se ha plantado una sucursal de la Consejería de Cultura.
   
Como ven, calle cultísima, dedicada al Cronista que fue de Felipe II, y al que hay que reconocer como iniciador de la Arqueología, del rigor histórico y sobre todo el afán por catalogar documentalmente todos los rincones de cada uno de los reinos de España. El “Viaje de Ambrosio de Morales por orden del Rey D. Phelippe II a los Reynos de León, y Galicia y Principado de Asturias” es publicación que detalla, además de toponimias, al parecer, reliquias, libros,  manuscritos y objetos varios que se depositaron en El Escorial y que el fraile jerónimo se ocupó de recoger en su recorrido por aquellas geografías. Nombrado también cronista de Castilla desarrolló un método, conforme tengo leído, científico, por ser un innovador en la utilización de datos arqueológicos. Más méritos acumula el sabio, pero no es de sus saberes, que ustedes van a olvidar dentro de diez minutos, de lo que quiero hablarles, sino de un tremendo suceso que se le atribuye y es el siguiente:
   
En “Las Cosas Notables de la ciudad de Córdoba”, un anónimo delicioso del año 1618 que he encontrado en imprevisto lugar y del que los cordobeses corrientes no saben que exista, acabo de leer que el tal Ambrosio de Morales ya desde niño era aventajado en las letras a los demás y que “..profesando en la religión jerónima”...”... sucedió que después de grandes molestias y tentaciones que tenía, y particularmente un día, diciendo misa, fueron tantas las imaginaciones feas que tuvo, que en toda ella no hizo sino pedir a Dios favor y ayuda...”  “...al fin resolvió de hacer un  hecho que solo de oírlo pone temor; y fué quitar la ocasión de su inquietud, y como lo pensó, lo puso en obra...”  “...Levantó una tapa de un arca grande, puso en el canto una cosa delgada, y puso a peso el sacrificio, y dejando caer la tapa, el gran peso que de suyo tenía, y lo que se le aplicó, dividió de su tronco lo que había sido tan connatural...” Dice el anónimo que llamado el médico, padre de Ambrosio, “restañó la sangre con lana quemada de unos sombreros viejos”. El  Padre Flórez refiere también el episodio en el relato que escribió sobre la Vida del insigne cordobés: “...dio en una diabólica tentación y se cortó los miembros viriles totalmente, que quedó tan raso como la palma de la mano..”
     
Sean ciertos o aproximados los remedios a las tentaciones de juventud de nuestro hombre en el convento de Trassierra, me apetece traer el doloroso  trance (“el dolor de los dolores, el dolor más inhumano, es pillarse.. etc”, cantábamos en mi pueblo de quintos) de tan ilustre personaje cordobés del que todo sea dicho, no hay paisano que ni tan siquiera conozca tan llamativa peripecia.