Marlon Brando
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Orlando es el síndrome socialdemócrata de ocultación de la verdad: quien tiene el lenguaje, manda.
Ante la matanza de Orlando reivindicada por el Isis, a la altura de Alberto Garzón, ministrable español, que atribuyó el crimen a “la lacra del heteropatriarcado” (lacra, por cierto, que ha permitido a la especie llegar biológicamente hasta aquí), sólo ha estado Barak Hussein Obama, presidente de los Estados Unidos de América, que atribuyó el crimen a un “extremismo autóctono”, con lo que las pesquisas de Ethan Edwards apuntan a los indios de las praderas que fuman calumet y cuentan cuentos en el tipi:
–Los hombres tenían fuego. Lobo no tenía fuego. Lobo y Perro eran amigos. Lobo dijo a Perro: “Ve a robarle una chispa al Pueblo”. Perro se acercó a los hombres. Lo alimentaron y se olvidó de robar la chispa. Eso es todo.
Simonin, un ingeniero francés que recorrió las regiones mineras de América, explica cómo reconocerlos: “A los Sioux, todas las tribus hacen con la mano el signo de cortar el cuello; los Cheyennes, el signo de cortar el brazo; para los Arrapahoes, se tapan la nariz con pulgar e índice; para los Comanches, mueven el índice imitando la marcha de la serpiente…”
En junio de 2009 Obama fue a El Cairo a ponderar, con esa voz de Carlos Herrera que pone en sus discursos, la “tolerancia religiosa” del islam… “como podemos ver en la historia de Andalucía y Córdoba durante la Inquisición”.
Dado que el califato cordobés chapó en 1031 y la Inquisición abrió en 1478, no estaría de más que en su visita a España el culto presidente pidiese perdón a los lectores de don Claudio Sánchez Albornoz como en Viena pidió perdón a los vieneses “por no hablar el austríaco”.
De vuelta al “extremismo autóctono”, es una pena que, ahora que la divina Meryl Streep logra salir sexy en una caricatura física de Donald Trump, no esté Marlon Brando, el Las Casas de Hollywood, para hacer (sin ser despedido de su empleo) la caricatura espiritual de Obama.