lunes, 6 de junio de 2016

La Fifa y el profesor Franz de Copenhague


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La explicación (que no ha sido refutada) de por qué prosperan los simples en las organizaciones la dio en 1911 Robert Michels en su ensayo sobre “Los partidos políticos”, donde formuló su Ley de Hierro de las Oligarquías por la cual ninguna organización puede ser democrática (y los partidos menos que ninguna).

    Así se entiende el “Entertainment For Men” típico de esta época en nuestras burocracias dirigentes, que es el reformismo sacado de “Los inventos del TBO” y su maravilloso profesor Franz de Cponhague.
 
Primero fue en los toros, cuando en la plaza de Las Ventas, con el pretexto de “mejorar y agilizar el transcurso de los espectáculos taurinos”, se reunieron unos expertos y decidieron reducir la altura de la arena del ruedo, cambiar la puerta de salida del caballo, renovar el color del pañuelo presidencial, rebajar el vestido del chulo de toriles (vestía de torero y ahora viste de barquillero), limitar el uso del descabello y, lo más importante, recortar el tamaño de las orejas a regalar, pues toreros había que, sin propina por medio, más que una oreja de bóvido, recibían una liebre, y matacán, es decir, de las corridas varias veces por los perros.

    Y ahora viene la Fifa de Infantino, que parece un Paco Porras pasado por Scorsese, con el plan de mejora y agilización de los espectáculos futbolísticos en doce reglas copiadas de las de los arbitristas taurinos, pues donde los arbitristas del toro reducen la altura de la arena los arbitristas del fútbol permiten mezclar el césped natural y artificial; donde los arbitristas del toro cambian la puerta de salida del caballo, los arbitristas del fútbol cambian el protocolo de entrada del lesionado; donde los arbitristas del toro renuevan el color del pañuelo presidencial, los arbitristas del fútbol convienen en que el saque de centro pueda hacerse hacia atrás; donde los arbitristas del toro visten al chulo de toriles de barquillero, los arbitristas del fútbol prescriben que los calentadores del futbolista suplente sean del mismo color que el pantalón; donde los arbitristas del toro limitan el uso del descabello y la puntilla (?), los arbitristas del fútbol prohíben la “paradinha” en el lanzamiento del penalti, que es la forma de despenar que tiene el fútbol; y mientras los arbitristas del toro recortan el tamaño de las orejas a regalar, los arbitristas del fútbol recortan el castigo del llamado Triple Castigo al jugador infractor en situación de último defensor, reservando la cartulina roja sólo para acciones violentas.
 
Ni que decir tiene que estas reformas entusiasman a las aficiones, educadas en el despotismo ilustrado de todo para la chusma, pero sin la chusma. Más reacios, en cambio, se muestran los profesionales, a excepción de los espíritus más elevados.

    Quien en los toros revoluciona el concepto de “lenteja” (forma de la arena en la plaza de Las Ventas) es Morante de la Puebla, que obliga a alisar el ruedo para evitarle al torillo la fatiga de galopar hacia arriba atraído por su muleta.

    Y quien en el fútbol revoluciona el concepto de “corujas” (“montia fontana”, planta para ensalada de la familia de las montiáceas, también llamada regajo, boruja, pamplina o marusa) es Pepe Guardiola, que exige para jugar un césped menudillo cual manojillo de corujas.
 
En la segunda parte, el césped estaba muy alto –fue la explicación a su mal partido en Pamplona de un canterano de Guardiola.




MOURINHO EN FÁTIMA

    Mourinho será el doblador en portugués, español, inglés e italiano del papa Bergoglio para una película de animación sobre Fátima que llevará por título “Fe”. ¿Qué dejará para los pobres el jesuita argentino? Primero arrambló con el nombre de “Francisco”, el único santo incontestable fuera de la Iglesia. (“No te llames Francisco”, canta la Piquer, que hasta Isco se hace llamar Isco.) Y ahora arrambla con Mourinho, el único hombre de fútbol a contracorriente de la socialdemocracia totalizante (incluida la papal, abrazada por Bergoglio) que nos ahoga. “La religión toda es política” le dijo un jesuita en Roma a Fray Servando Teresa de Mier, quien contestó: “Ustedes lo saben bien”.