Pobre don Niceto
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El feísmo es el ismo de cuando la cosa se pone fea.
Nadie pintó mejor que Ruano aquel Madrid treintañón, afeado y entristecido por la pasión política, que daba a la calle un tinte agrio y a la ciudad un clima moral desapacible.
–La creciente propaganda, auténtica revolución en marcha de las izquierdas españolas, tuvo siempre un aire amenazador y, sobre todo, grosero, hijo del feísmo y de un rencor acumulado que encogía el alma y nos tenía a todos en una nerviosa provisionalidad.
Quienes, como Ruano, profesaban el individualismo esteticista y carecían de pasión por ningún tema colectivo, se refugiaban en la intimidad y en los temas eternos, que es adonde nos empuja hoy la banda de “telepollas” (hallazgo celiano) que promueve la Revolución Pendiente.
–En muchos pueblos del centro y sur de España, las personas de orden para viajar necesitan autorización que da el alcalde, después de oír a los partidos socialista y comunista, designando entre las juventudes acompañante que a costa del viajero le sigue sin dejarle y se instala en los hoteles o fondas a su lado –anota en sus diarios presidenciales don Niceto Alcalá-Zamora.
Es lo que la historiografía progre llama “la legalidad republicana”, que, bien mirado, tampoco parece tan lejana.
Hombre, de aplicarse otra vez, como desea “la gente”, a Carmena, sabido que es partidaria de andar por la calle con los “leuros” que hacen falta para comprarse un chalé al contado, podrían ponerle detrás, como a los ricos republicanos, a un miliciano de uno de los dos partidos que la apoyan para, a su costa, dar cuenta de cuánto y en qué se gasta sus dineros la Abuela del Pueblo.
–Si fue siempre peligroso en España ensanchar el albedrío de los alcaldes, con tipo de monterilla y alma de caciques, calcúlese lo que sería en el estado de guerra civil que se atraviesa (¡marzo del 36!), convertidos aquellos en cabecillas de los bandos, y con triste ejecutoria de forajidos muchos de ellos.
Pobre don Niceto.