martes, 22 de diciembre de 2015

Orujo



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

A la espera de la Lotería, lo mejor de España fue cuando el “Marca”, el periódico que lee Rajoy, culpó del gancho de izquierdas al rostro presidencial… a Mourinho.
Ni andorranas ni israelitas. El español es muy de llevar la contraria: si la moda es Napoleón, España le monta el pollo en Madrid; en pelea contra la Ilustración, se da a sí misma una Constitución liberal; vuelve Fernando VII, y se hace reaccionaria; pasa de las Revoluciones europeas del 30 y del 48, y en el 68 se regala su “gloriosa”; y ahora que Europa pide ayuda, España saca del baúl de la Piquer el “leninismo amable” de Podemos, que es política de orujo, la que produce el españolejo (de “español” y de “hollejo”) cabreado.

¡No nos representan! –masculla el español de oliva virgen de toda la vida.

Y lleva razón. Pero es que el Estado de partidos, y esto lo dice su gran teórico alemán (sólo sé de un periodista español que lo haya leído, y es cronista de fútbol), no constituye un régimen de representación, como el francés, sino de “integración de las masas en el Estado”, como el alemán (¡y el italiano, oh, casualidad!), que es lo que ha sucedido en España, que copia de Alemania todo lo malo.

Papeleta a papeleta, las manadas perrofláuticas que andaban sueltas por las plazas han sido integradas en el Estado (¡una nómina para toda la vida!), del que ya no saldrán ni para jubilarse. Y todo cuanto han de hacer es pasar revista en pijama a los guardiamarinas de “Elcano”, como el Quichi de Cádiz, que es como ver a Pablos, el Buscón, pasando revista a los tercios de Flandes.

Con nuestro sistema, Marine Le Pen sería la ama de Francia, y en España puede serlo Pablemos, que ahora cuenta con la hegemonía política y encarna la idea griega (griega de Tsipras) de igualdad, nombre político de la envidia.

Hoy los griegos comen menos que ayer, pero son más felices, y sólo por el trámite psicológico de creer que, con los comunistas en el gobierno, también los ricos están en ayunas.