La centralidad de Andreotti
Aquí va el donut
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Soy de la generación sin mando a distancia, que pasó de las manos de mis padres a las de mis hijos. O sea, una generación de centro, que va del centro cultural (¡el teleclub!) de Fraga al centro político de Rivera, que también fue cosa de Fraga, quien lo definió con palabras de Claudel: “La multitud, de boca llena de vaguedad, que espera la forma de la palabra”.
Centro, pues, sería donde empieza el postureo, pero ¿dónde está el centro de esa mentalidad política?
El centro es una postura de gobierno (un gobierno sólo puede gobernar desde el centro). Si Rivera dice que él es el centro (¡el “onfalos” de la nación!) es porque se ve de gobierno.
Suárez fue siempre centro porque siempre fue gobierno, reparto a derecha e izquierda hasta que se acabó lo que se daba y de su centrismo ya sólo quedaron las ojeras de Calvo Ortega, pues el centro es un lugar privado de trascendencia.
También en el gobierno fue Fraga el centro, con su ley de prensa, cuya mejor glosa debemos a Pemán: “Fraga, por naturaleza, es casi procesalmente un ‘nazi’. Y en su ministerio lo parecía muchas veces. No hay fórmula más segura para la libertad que ésta de que la promulgue un casi demócrata cristiano y la administre un casi fascista”.
–El centro es compatible con el sentido del humor –contestaría Fraga, a quien el general llamaba Fraga cuando estaba de buenas, y cuando estaba de malas, Iribarne.
El 68 español fue el centrismo de Fraga, que puso en circulación el actual lenguaje partidocrático con sus “Estado de Derecho”, “consenso nacional”, “sociedad pluralista”, “igualdad auténtica”, “sentido común”, “temperatura centro” y “gustos medios”. Frente a los del “tot o res”, al español medio, “recuérdenlo los divinos estetas”, decía Fraga, le gustan Albéniz y Granados, su folklore regional, el flamenco aunque no lo sea e incluso “Los sitios de Zaragoza”.
Cuando Rivera, por hacerse el nuevo, ofrece “centralidad”, no sabe que así llamaba Andreotti a su DC.