EL PÁJARO NEGRO
Salió su toro. Entonces salió Ortega y salió su gesto. Entonces, cuando el toro, que es cuando salen los gestos de los toreros. Tenía al gesto enérgico del que ha esperado con ansia este momento para contestar. Y cuando se le ovacionó al torear de capa –comienzo de la contestación- se quitó la montera y saludó a toda la plaza. Sólo entonces, cuando se había ganado los aplausos, pero a toda la plaza, a los que le habían recibido bien y a los que le había recibido mal; a todos, como diciendo: “Aquí estoy; esto es lo mío; el toro”. Y ya toda la plaza aplaudió: los que le habían recibido bien y los que le habían recibido mal. Y mandó que le llevaran el toro hacia el sito donde creyera más hostilidad, para ofrendar más de cerca, y allí se arrodilló, no ante el público, sino ante el toro, símbolo imparcial de la corrida, a quien el hombre no ha logrado todavía corromper. Así empezó la faena de muleta. Antes había brindado a todos los espectadores, a todos sin distinción, y como prenda de desagravio, quedó la montera en el ruedo, como si hubiera muerto el pájaro negro que silbó.
EL PÁJARO NEGRO QUE SILBABA, 1936 / GREGORIO CORROCHANO
LAS TAURINAS DE ABC
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006
Ignacio Ruiz Quintano