lunes, 17 de junio de 2013

Esperando a don Camilo



Don Camilo

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lo de Primavera Blanca yéndose a cenar en abierto desafío a una invasión de polillas vale por un programa político.

    Desde luego, con menos empezó el Elefante Azul, y hay que ver la que lió.

    Primavera Blanca (del jaboisiano “el Madrid fue siempre ganar en primavera”) constituye la única esperanza inteligente contra ese piperío rampante al que le venden películas eróticas para hacerle más llevadera la espera de Carletto, fichado por su parecido con el personaje de don Camilo, el párroco de Brescello. O sea, Fernandel.
    
Se trata de pastorear a la prensa antimadridista (“valga la redundancia”, que dirían los viejos cronistas) en año de Mundial, con la franquicia culé de “la Roja” acaparando titulares, y a eso viene don Camilo, el conciliador.

    En esto del fútbol, el periodismo español del siglo veintiuno es el vivo retrato del clericalismo español del siglo diecinueve, cuando todos los viajeros extranjeros retrataban a unos clérigos fanáticos, simples, ignaros, crueles, xenófobos y groseramente entregados a la gula, que iba del lechón con espetón al chocolate con soconusco.
    
Míster, ¿qué le parecieron los paradones de Íker en Nueva York?
    
En tanto que directores de conciencia, discuten el problema de la indulgencia con los fieles del mourinhismo.

    Mourinhista, para ellos, es cualquiera que al pronunciar el nombre de Íker no añada la coletilla “Mejor Portero del Mundo” con la naturalidad de Antonio Ozores al decir en “Los bingueros” aquello de “Perdona que te hable de tú, pero es que, como tengo tanto dinero...”
    
Las palabras “Ego te absolvo” de esta prensa son omnipotentes.
    
Aunque el penitente (y estoy pensando en Xabi Alonso o Arbeloa, intelectualmente por encima de la clerigalla periodística) no tenga contrición, ni siquiera en grado imperfecto, el “Ego te absolvo” de un cura con curato le aportará el “ornatus animae”: el ornato que permite al alma acceder al verdadero arrepentimiento, la fuerza que levanta los obstáculos para la acción de la gracia.

    Todo cuanto hay que hacer es pedir perdón a Íker.

    Con Brasil “ad portas”, las masas de demandantes de perdón son ingentes y los confesionarios van a estar abarrotados.

    San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, excluía de la absolución a (entre otros) los casados que no quieren cumplir con los deberes del matrimonio; a los concubinos, adúlteros y borrachos, si no atestiguan firme propósito, no sólo de dejar sus pecados, sino también de abandonar las ocasiones de estos; y por último, a los pendencieros.
    
Nada que no pueda arreglarse con una estampa de la Virgen de Navalacruz, cuya desaparición impidió en su día la menor reacción de Casillas, primero, a los goles en contra de Dzeko y Kolarov, y luego, al gol a favor de Cristiano en el tiempo de descuento contra el City.
    
––Míster, ¿qué le parecieron los paradones de Íker en Nueva York?
    
Quien quiera hacerse una idea del madridismo pipero (su psicologismo) que se nos viene encima, que vea el “Don Camilo” de Duvivier, con Carletto en el banquillo… y Peppone en la portería.

Don Camilo y... Peppone, el puto amo del vestuario

Luna de junio

DONUTS Y EUROS
    Cuando la Fiscalía se fija en la hucha de Messi, el periodismo cañero intenta que desviemos la mirada hacia el par de donuts (uno por cada paradón de Íker en Nueva York) que Mourinho se comió en un aeropuerto británico. Socialmente, no hay color entre la importancia de privar de dos donuts a algún diabético en tránsito aeroportuario y privar de cuatro millones de euros (cifra estimada por la denuncia fiscal) al erario público. En Inglaterra adoran a Mou por su poco democrática mezcla de arrogancia, carisma y franqueza. En España adoramos a Messi por su muy democrática combinación de menudencia, modestia y catalanidad.



Ícaros de nuestro tiempo