lunes, 24 de junio de 2013

De Lúculo a Carletto


Luna sanjuanera


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La victoria pipera ha sido todo lo aplastante que recomendaba la doctrina Powell (Collin Powell en la guerra del Golfo) para una guerra moderna, que ha de ser rápida y sin prisioneros.
    
La prueba es que el periodismo deportivo, que constituye el alimento espiritual del piperío, ya sólo habla de fichajes y banquetes: de banquetes para organizar fichajes y de fichajes para pagar los banquetes.
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-No me va el fútbol -tuiteaba ayer un pipero de última generación-. Detesto el espectáculo neoliberal que genera. Pero que Guardiola vuelva a entrenar es una buena noticia para el deporte.
    
Y como Pep está en Munich, al periodismo no le queda más remedio que agarrarse a Carletto, cuya llegada se celebra salivando recetas alrededor de una mesa.
    
De Carletto no se citan fórmulas fuboleras, que, por otro lado, a nadie impotan.

    A Carletto se lo saca a colación para hablar de papeo.
    
Y de su boca salen frases como platos de la cocina del Txistu:

    -Me relajo en la cocina. Pero no cocinando, sino comiendo.

 
Látigo romano


Al lado de Mou, al que en tres años sólo se le ha visto comer un par de donuts en un aeropuerto, y eso cuando ya había marchado a Londres, Carletto es un cura gallego, es decir, un hombre de gula eclesiástica.

    La primera excursión de Carletto ha de ser a Almansa, pero no para retratarse en la cuna de Bernabéu, sino para dar cuenta del gazpacho peñista, que es guiso de caza y torta, ideal para portadas y editoriales de sostenimiento de imagen pipera.

    Para Carletto, en fin, el mejor día del año es, según se nos cuenta en los papeles, el de la matanza del cerdo.

    Así que yo el primer libro que recomendaría a Carletto para manejarse en Madrid es “La casa de Lúculo”, de Julio Camba, donde se habla del cerdo con una unción sólo igualada por Charles Lamb en su “Disertación sobre el lechón” (“A Dissertation upon Roast Pig”):
    
Admiradlo en su fuente, segunda cuna. ¡Con qué dulzura se reposa! No hablo de esos adolescentes que no son cochinillos ni cochinos, de esos galopines que ya dejaron de ser niños y aún no se convirtieron en adultos, sino de las tiernas criaturitas, de los encantadores bebés que todavía no tienen una luna.
    
O, como lo diría Carletto, quien, al fin y al cabo, viene de París:
    
Tout rose, il a vécu ce qui vivent les roses / L’espace d’un matin
    
¡Ah, el carácter sagrado del cochino español!

    Igual que la crisis ha devuelto el prestigio al viejo cocido de balines madrileño, el “carlismo” de Carletto impondrá el cochinillo en todas las peñas del Madrid. De Casa Botín, el más antiguo, en la calle Cuchilleros, a Coque, el más logrado, en Humanes, el piperío patrio hablará en los restaurantes con la seguridad que da un lechón entre pecho y espalda, después del ayuno casi religioso del mourinhismo.

    De Doña Cuaresma a Don Carnal.
   
¡Y qué bueno es Isco!
    
(La primera norma del perfecto invitado es elogiar sin reservas todo plato notoriamente inferior al resto: porque indudablemente, dice Camba, ese plato es obra de la dueña de la casa.)


ISCO
    Isco sí, Isco no. Isco, que rima con basilisco, es de corazón culé, y los madridistas maledicentes opinan que sería el amigo que necesita Casillas para acompañar a Xavi en las derrotas del Barça. Isco, en cualquier caso, parece una opción de mera estética. ¿Otro Canales? Canales fue el Justin Bieber del valdanismo. Isco sería el Seat León amarillo del piperismo, que en el fondo está más por la cosa de la Roja, aunque la Roja sea el Bulli tiquitaquero de Xavi, que por la cosa del Real, donde siempre se acaba colando algún extranjero. El pipero ve en la Roja a la Nación que le han birlado en la escuela.