jueves, 20 de junio de 2013

Excepciones

Filippetti, otra excepción cultural

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En Europa todos somos iguales… menos los franceses, que tienen la “excepción cultural”.
    
Históricamente, la “excepción cultural” no fue otra cosa que el parque temático del estalinismo de salón en París.
    
Un chiringuito con cargo al Presupuesto.
    
“Chiringuito” (palabra que en Cuba se empleaba para pedir café) fue el nombre que Ruano dio al café de Sitges en que escribía sus artículos contra el reloj, cuyas manecillas serían aquellas piernas de insecto suyas que, al decir de Manuel Alcántara, teniéndolas cruzadas, le permitían tocar con los dos pies en el suelo.

    En el 49 Ruano colocaba su azulejo en su chiringuito de Sitges, y diez años después Malraux abría el suyo en París: el chiringuito de Malraux y su religión cultural, o sea, la excepción, cuya copia madrileña (municipal y espesa) sería el gallardonismo, con Alicia Moreno de musa malrauxiana.
    
El Chiringuito Excepcional pareció venirse abajo en el 68, pero en el 81 lo resucitó la banda de Mitterrand, cuyos correligionarios han conseguido esta misma semana en Bruselas una prórroga de la antidemocrática “excepción cultural”.

    –Hemos conseguido preservarla gracias a la movilización de todos los artistas –declaró madame Filippetti.

    Filippetti, ministra del ramo, es escritora como Marguerite Duras, dama de acrisoladas virtudes que en el 85 avisaba a los franceses de lo que les esperaba si no votaban a los socialistas en el 86:

    –Serán miembros de una sociedad privada de nosotros: sin hombres de inteligencia verdadera y profunda, sin intelectuales, sin poetas, sin novelitas, sin filósofos; sin creyentes auténticos, verdaderos cristianos; sin judíos… Una sociedad sin judíos, ¿me entienden?
    
¡Una sociedad privada de nosotros!
    
La “excepción cultural” es el sostenimiento de este circo con cargo al contribuyente y con la bendición de los covachuelitas de Bruselas, donde sólo el presidente Barroso ha tenido valor para llamarlos por su nombre: “reaccionarios”.