"El cunnilingus y la psiquiatría nos han llevado a esto"
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Había que hablar de los carnés de identidad, que en Hacienda parecen cartones de bingo, pero ha muerto Tony Soprano: en Sicilia y de infarto, como un puto Corleone.
El carné de identidad es una ficha policial: uno de esos inventos del franquismo que han sido gratos a la democracia, como las bicis para todos y el Movimiento Nacional, ya que hoy, desde San Pedro de Torelló hasta Treviño, pasando por el Guadalquivir de Diego Valderas, no hay terruño en España que no se declare en fase de Construcción Nacional.
El lío de Hacienda con los carnés hace de Montoro un Morel de “La invención de Morel” (¿quién, por cierto, leerá hoy a Bioy?):
–La hipótesis de que los carnés tengan alma parece confirmada por los efectos de mi máquina sobre las personas, los animales y los vegetales (¡ah, esos brotes verdes!) emisores.
La máquina de ese Morel que es Montoro capta la imagen, el alma, el sonido, el tacto del emisor, pero ¿qué efecto tiene sobre él?
Aquí es donde a uno se le mezclan el Robinson prófugo de la isla de Bioy y el Soprano muerto en la isla de Sicilia, con su grosería lapidaria pasada por el chino de la lógica simbólica:
–El cunnilingus y la psiquiatría nos han llevado a esto.
Y eso antes del cáncer de garganta de Michael Douglas, los libros sobre la felicidad del profesor Rojas y los trasplantes de cabeza prometidos por el doctor Canavero.
Mas no es “eso” lo que ahora nos interesa, sino “esto”, o sea, la sopranización de la socialdemocracia, con sus Tonys, sus Silvios y sus Paulies en chándal y a lo loco por el topless de España, donde hasta los becarios de la campaña mediática contra un entrenador de fútbol pueden jugar a ser la napia de Moltisanti, el de “págame la protección o te hago sonar los cojones como maracas”, sin que a ningún bravucón le llegue su “tatequieto”, que dice Salcedo Ramos.
El éxito de “Los Soprano” no ha sido imitar a la vida real, sino que la vida real los imite, y con éxito, a ellos.