Temblor de primavera ausente
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
Bárcenas pena en el maco y los medios insisten en sentar el culo del Partido Popular sobre un volcán de indiscreción vengativa, pero todavía no han apostado a sus reporteros bajo los ventanales de Génova para grabar los suicidios en cadena de portavoces, secretarios y bedeles.
–Como cante Bárcenas, verás. La cárcel suelta la lengua. Están todos metidos hasta el culo.
Eso piensa la calle y eso se esfuerzan buenamente los medios por alimentar. Pero uno aquí sólo advierte el desmesurado influjo de la ficción en la sociedad moderna, que yo achaco a las noches de claro en claro que pasan ahora los periodistas absortos en las series de la HBO, lamiéndose las heridas de un tiempo ingrato. La realidad, señores, se llama Mariano Rajoy, y se trata de una realidad tan gris y predecible y refractaria al suspense como lo es la realidad real, para curarnos de la cual se inventó precisamente la narrativa.
Con Bárcenas en el trullo, Rajoy puede estar tan nervioso como la Duquesa de Alba con la crisis. ¿Cuántas veces habremos de glosar la impasibilidad mariana, el fenómeno más fascinante de la política española desde la irrelevancia zapaterina? No es que Rajoy esté por encima de lo que suceda en su partido; es que está por encima de lo que suceda en su sistema nervioso, y eso a mí me parece admirable. Yo pienso que Rajoy va a ver pasar todos nuestros cadáveres por delante de La Moncloa, incluyendo el cadáver de la crisis. Y ni siquiera lo va a celebrar, por no regalar titulares a tontas y a locas.
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