jueves, 27 de junio de 2013

GPS



 
 
Francisco Javier Gómez Izquierdo

Mi compañero y sin embargo amigo Alfonso, un tigre de la informática, me tiene por cateto redomado ante el nulo interés que presto a esos artefactos que van configurando un nuevo tipo de humanos y que a mí no han llegado a tentarme ni tan siquiera con el ya, al parecer, imprescindible móvil. Con ocasión de una boda en Granada, insistió en facilitarme un GPS en el que trasteó hasta memorizar la calle y el número del hotel, para que me dejara “a las mismas puertas” de mi destino. Mi amigo Alfonso, como fanático de las nuevas tecnologías, imagina que los catetos nos perdemos a las primeras de cambio como si no supiéramos leer los mapas o no existiera el verbo preguntar y como en el presente caso tuvo de aliado a mi doña, a la que preciso es señalar, había acercado varias veces a la Alhambra y al santuario de Fray Leopoldo, no tuve más remedio que usar del “cacharrito”. Al entrar a la primea rotonda según se llega desde Córdoba, la segunda salida de la que hablaba la maquinita tenía unas vallas de obra que me escupieron a La Chana..., justo al sitio que no quería ir. Desde entonces he cogido mucho más cariño a los mapas y busco motivos para certificar lo malo que puede llegar a ser un GPS y hacérselos saber a mi amigo Alfonso.

    Mire usted por dónde, la madrugada de ayer parió un extraordinario ejemplo que supongo considerará mi colega, ya que en un pueblo de los Montes de Toledo que conozco muy bien y al que le llevé hace unos años a escuchar la berrea, se perdió un tráiler alemán por culpa de un conductor con la misma fe de mi querido amigo..., porque hay que tener mucha fe en el GPS para entrar en Arroba de los Montes, tomando por carretera lo que no pasa de camino asfaltado y callejuela embreada.
    
Si, memorizando la consulta en el mapa, me encuentro con mi turismo a la puerta del vecino que en Arroba dicen “el Guapo” es seguro que paro, bajo y pregunto... pero a estos fanáticos del internet no les da la gana razonar por sí mismos y por supuesto no dudan de la infalibilidad del GPS por mucho que les obligue a circular por escaleras o continuar la marcha a través de un pantano.
    
Los cabreros de Arroba -los vecinos más madrugadores- están acostumbrados a todo tipo de bichos, jabalíes, corzos, zorros, ciervos, buitres, ginetas, águilas... pero nunca habían visto en especie autóctona alguna tanta “ceguedad” como la del camionero alemán.