Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No digas que trabajas por 400€ mensuales; di que tienes un minijob recién traído de Alemania.
El minijobismo es el nuevo krausismo.
En el campo laboral, los minijobs son pinos teutónicos que Rajoy trasplantará al país de las palmeras hueras.
–Si hubiéramos sabido que Europa y la Democracia eran los minijobs…
En el debate de investidura no volaron las águilas, pero sí los minijobs, sin que nadie, por cierto, apagara las cámaras, como dicen que hacen en La Moncloa cuando vuelan faisanes como brujas de Macbeth.
–¡Educación! ¡Cultura! –brama hecho un Graco el viejo Rubalcaba en la tribuna.
El periódico que más se escandalizaba por los recortes en Educación tapó a Havel con Messi, mientras metía el miedo en el cuerpo a los cómicos con la probable desaparición mariana del Ministerio de Cultura, ese gran hallazgo progresista (con Radio Nacional) de Millán Astray.
Tampoco se imagina uno a Rajoy ofreciendo a Ana Belén un minijob como quien le ofrece un gusiluz. Pasar del maxijob de la subvención al minijob de la taquilla sería un trajín, y la derecha no hace esas cosas.
–¡Siesta! ¡Muerte dulce! –brama (más) Rubalcaba.
¿De dónde sacará Rubalcaba esas cáscaras crujientes? ¿Sería uno de los ministros que leían a escondidas los diarios robados de don Niceto Alcalá-Zamora?
Visto desde abajo, Rubalcaba tiene un no sé qué de pavo de Navidad que dice pavadas. Es el pavo que los cinco millones de Carpantas patrios sueñan para servir a la mesa en la cena de Nochebuena, si sus hijos consiguen un minijob.
Al fondo, triste, solitaria y final, la figura sonámbula de Zapatero, acaso el gobernante, después de Azaña, que más daño haya hecho a España.
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Abc
No digas que trabajas por 400€ mensuales; di que tienes un minijob recién traído de Alemania.
El minijobismo es el nuevo krausismo.
En el campo laboral, los minijobs son pinos teutónicos que Rajoy trasplantará al país de las palmeras hueras.
–Si hubiéramos sabido que Europa y la Democracia eran los minijobs…
En el debate de investidura no volaron las águilas, pero sí los minijobs, sin que nadie, por cierto, apagara las cámaras, como dicen que hacen en La Moncloa cuando vuelan faisanes como brujas de Macbeth.
–¡Educación! ¡Cultura! –brama hecho un Graco el viejo Rubalcaba en la tribuna.
El periódico que más se escandalizaba por los recortes en Educación tapó a Havel con Messi, mientras metía el miedo en el cuerpo a los cómicos con la probable desaparición mariana del Ministerio de Cultura, ese gran hallazgo progresista (con Radio Nacional) de Millán Astray.
Tampoco se imagina uno a Rajoy ofreciendo a Ana Belén un minijob como quien le ofrece un gusiluz. Pasar del maxijob de la subvención al minijob de la taquilla sería un trajín, y la derecha no hace esas cosas.
–¡Siesta! ¡Muerte dulce! –brama (más) Rubalcaba.
¿De dónde sacará Rubalcaba esas cáscaras crujientes? ¿Sería uno de los ministros que leían a escondidas los diarios robados de don Niceto Alcalá-Zamora?
Visto desde abajo, Rubalcaba tiene un no sé qué de pavo de Navidad que dice pavadas. Es el pavo que los cinco millones de Carpantas patrios sueñan para servir a la mesa en la cena de Nochebuena, si sus hijos consiguen un minijob.
Al fondo, triste, solitaria y final, la figura sonámbula de Zapatero, acaso el gobernante, después de Azaña, que más daño haya hecho a España.
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