INDIGNADOS
-Sabemos lo que sintió Schopenhauer aquella tarde del 1848 en que tropieza en la plaza de Francfort con la "canalla soberana": grupos de estudiantes borrachos de retórica, proletarios a tiros con los guardias. Él nos lo dijo: "asco". Le invade una sensación de asco y de náusea ante la plebe enfurecida. En la esquina de su casa ve a unos hombres que acuchillan por la espalda a un soldado. Los tigres, piensa el filósofo, son menos viles.
EL TESTAMENTO DE ARTURO SCHOPENHAUER / EUGENIO MONTES
Ignacio Ruiz Quintano
-Sabemos lo que sintió Schopenhauer aquella tarde del 1848 en que tropieza en la plaza de Francfort con la "canalla soberana": grupos de estudiantes borrachos de retórica, proletarios a tiros con los guardias. Él nos lo dijo: "asco". Le invade una sensación de asco y de náusea ante la plebe enfurecida. En la esquina de su casa ve a unos hombres que acuchillan por la espalda a un soldado. Los tigres, piensa el filósofo, son menos viles.
EL TESTAMENTO DE ARTURO SCHOPENHAUER / EUGENIO MONTES
Ignacio Ruiz Quintano