viernes, 30 de diciembre de 2011

La monarquía roja

La otra rama Kim

José García Domínguez
Abc

Hijos de este tiempo, del pensamiento débil, las cosmovisiones eclécticas y el progresismo flácido, contemplamos con una sonrisa entre irónica y perpleja a los inconsolables huérfanos de Kim Jong Il , el Amado Líder que acaba de abandonar el valle de lágrimas coreano. La monarquía roja de los Kim, ese esperpento valleinclanesco en que ha ido a terminar la única gran religión universal creada en Occidente, el marxismo-leninismo. Quien alguna vez haya frecuentado la mística revolucionaria sabe bien cuánta sed de catecismo, de Verdad revelada, de explicaciones únicas e indiscutibles, cuánta nostalgia de Dios escondía todo aquel materialismo aparente. No por casualidad el declive de las creencias ultraterrenas tradicionales que se produjo en el siglo XX fue acompañado de una eclosión de la política transmutada en fe. A la postre, una continuación de la religión por otros medios. Así, al modo de los espejos cóncavos del callejón del Gato, el carnaval de Corea del Norte no deja de reflejar la deformación grotesca de la biografía intelectual de Europa. Desde Isaiah Berlin conocemos que en el zoo de las ideas coexisten dos especies irreconciliables: los erizos y las zorras. Frente a las certezas pétreas del erizo, la zorra asume la inabarcable complejidad del universo. De ahí que tras los credos que han dejado atestadas de cadáveres las cunetas de la Historia siempre hubiese un erizo, algún Amado Padre de esos monumentales sistemas filosóficos que exoneran a sus fieles de la ardua labor de pensar. E igual que en cada zorra mora un escéptico, alguien que conoce las lindes de su propia ignorancia, en cada erizo habita un Kim Jong Il en potencia. Porque acaso haya muerto el comunismo en tanto que iglesia organizada, pero no la necesidad de fe política. Las religiones laicas, con sus anatemas, sus dogmas, sus aprioris acerca del mundo, sus ingenieros de almas, sus pequeñas y malolientes ortodoxias, y sus sonrientes unanimidades no han desaparecido con él. Ni mucho menos. El Amado Líder sigue vivo… entre nosotros.