miércoles, 21 de diciembre de 2011

Independencia


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Mariano Rajoy será hoy el presidente número 6, como las seis hojas del lirio que en todos los cuadros de la Anunciación entrega a la Virgen el ángel Gabriel.

Pero, en lugar de un lirio, lo que Rajoy lleva en la mano es un disolvente de lambiscones, ese río de leones: la palabra (puntualmente repetida) “independencia”. No le debe nada a nadie (“y a usted, señor Antigüedad, menos que a nadie”).

Cuando el fracaso de la sanjuanada, aquel golpe progresista contra Primo, Romanones fue sancionado por la Dictadura con multa millonaria y Sánchez Guerra optó por abrirse voluntariamente a París, siendo despedido por el conde con frase bien famosa:

¡Le envidio a usted, Sánchez Guerra, por poder marcharse! ¡Si yo tuviera la independencia económica que usted tiene…!

Para Romanones la independencia consistía en no tener dinero, y por ahí le anda Rajoy, “un señor de Pontevedra” y de derechas, lo que lleva a las apatanadas izquierdas a señalarlo como a la hidra reaccionaria del capital.

“Rajoy, investido presidente con 149 votos en contra”, fue el primer saludo del periodismo global en español, para que el registrador de la propiedad se vaya haciendo una idea (como Mou, “ese traductor”) del precio de ser independiente en España.

Lo que peor perdona cierta clase de humanidad inferior –nos dice Ruanoes la independencia. La felicidad de la independencia. La ironía de la independencia. En suma: el que nos tomemos la gracia y la justicia por nuestra mano.

Esta independencia bien entendida hace del señor de Pontevedra una especie de dandy de la patria destinado a poner al servicio de España algo que (ruanescamente) vale más que otra cosa: su temple irónico.

Seguir leyendo: Click