CASTILLA
Castilla, que fue conductora de España, se había quedado borracha y adormecida de tanto romance y de tanta gesta, primero; de tanta mala literatura, después. Castilla, que era un páramo para el espíritu hispánico, disgregado en el movimiento espiritual disperso de Cataluña, de Portugal, de Andalucía y de Vasconia, había llegado a ser, en cambio, coto de caza de unas docenas de cursis, que nos habían llenado la llanura de unas fétidas secreciones literarias y que habían embadurnado el papiro augusto con unas grafías torpes y amaneradas.
ESPAÑA, COMPAÑERO / VÍCTOR DE LA SERNA
Ignacio Ruiz Quintano
Castilla, que fue conductora de España, se había quedado borracha y adormecida de tanto romance y de tanta gesta, primero; de tanta mala literatura, después. Castilla, que era un páramo para el espíritu hispánico, disgregado en el movimiento espiritual disperso de Cataluña, de Portugal, de Andalucía y de Vasconia, había llegado a ser, en cambio, coto de caza de unas docenas de cursis, que nos habían llenado la llanura de unas fétidas secreciones literarias y que habían embadurnado el papiro augusto con unas grafías torpes y amaneradas.
ESPAÑA, COMPAÑERO / VÍCTOR DE LA SERNA
Ignacio Ruiz Quintano