viernes, 31 de diciembre de 2010

Lo mejor del año taurino, el niño de Juan Mora

Juan Mora, entronizado como Viejo Maestro del Shao-lín de Las Ventas,
dando la vuelta con el chiquillo llevándole las orejas,
"que le hacía mucha ilusión"


José Ramón Márquez

Tal y como corresponde en un día tan señalado como el de hoy, en que se celebra el cambio de año, que ya son ganas de tener algo que celebrar para celebrar semejante inanidad, hay que hacer un resumen, aunque sea breve, del año que se va con viento fresco. Como es costumbre que lo hagan los de las televisiones y los de Radio 3, aquí, para no ser menos, haremos también un resumencillo apresurado o tranco de diablo cojuelo.

Empresarialmente el año que hoy acaba ha venido marcado por la caída de los carteles de José Tomás, cuya cogida de Aguascalientes dejó a los empresarios que habían cimentado sus abonos en el Pasmo de Galapagar agarrados a la brocha y sin andamio. De esta forzada defección fueron víctimas también la legión de hooligans del torero y los amansados revistosos del puchero. A los primeros no les quedó otra que aguantarse y vivir las milimétricamente dosificadas informaciones sobre la exasperantemente lenta recuperación del ídolo, soñando con su retorno triunfante en el año que mañana comienza. A los segundos, Tomás les estropeó ese festival de plazas hoteleras agotadas, bolígrafos que se venden por miles de euros -y se regala una entrada- y lugares comunes sobre el desprecio a la propia vida y demás jaculatorias tomasistas/tomateras. Muchos de estos tuvieron que guarecerse durante la temporada a la sombra de July, diosecillo muy menor en comparación al ciprés pétreo, pero, como a algo hay que agarrarse para ir llenando el folio, Julián cumplió de perlas ese papel. Las desternillantes campañas sobre los constantes robos de orejas de que fue objeto el pequeño Julián por la venalidad de los presidentes o la manifiesta ignorancia de los públicos deben pasar por derecho propio a la antología del disparate.

Del resto de toreros se puede decir que ha sido un año sin relevancia especial. Reseñaremos la histórica faena de Morante de la Puebla en la Plaza Monumental de Cantalejo, el fiasco de Enrique Ponce en su aniversario en Valencia por anunciarse con esas basuras de juampedritis et alt., su inexplicada e inexplicable ausencia del abono de Madrid y su maciza entrega en Bilbao; el bache de El Cid, que digo yo que, si éste está en un bache, dónde estarán los demás; la inexistencia de los toreros de pitiminí v. gr. Manzanares o Cayetano y la entronización de Juan Mora como Viejo Maestro del Shao-lín de Las Ventas, que una vez retirado Esplá había que buscar a uno y dio la casualidad de que éste pasaba por allí.

De las ganaderías siempre decimos lo mismo, que es ya cansino todo el rollo patatero de que si el toro es un artista y que si los peces se levantan. De lo que he visto en Madrid, las que más me han satisfecho han sido la impresionante corrida de Partido de Resina, la novillada de Moreno Silva y los gracilianos de Fraile al final de la temporada. La de Victorino en Bilbao fue una señora corrida; de la del Conde de la Maza en Sevilla me hablaron bien personas de buen criterio, pero yo no la vi. Muy magro es el elenco de las ganaderías realmente interesantes, auténtica lacra de la que se siguen la mayor parte de los problemas de identidad de la fiesta.

Y hablando de identidad, queda para el final la tabarra ésa de que si los toros son Cultura o Interior*, pero ese tema aculado en tablas da muchísima pereza. Si acaso, el año que viene lo vemos.
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*Julián encabeza la manifestación de los que dicen que son Cultura
porque está en juego pagar la mitad de IVA


Padilla también tiró de chiquillos para pasearle las orejas en Sanlúcar,
pero al menos tuvo el detalle de no hacerlo en Madrid