José Ramón Márquez
El tomismo o tomasismo está que se sale. Como hace ya quince días que no aparecían noticias del ciprés pétreo, cupresus sempervirens petraeus, hay que echar leña a la zarza o zarzamora para que su fuego no se apague, que estas divinidades menores no son capaces de mantenerla ardiendo por las bravas.
Para que a nadie se le olvide que hay un torero que se llama José Tomás, los de Burladero, ese portal cuyo norte y guía es la independencia, han hecho una encuensta entre sus seguidores en la que interrogan sobre cuál creen ellos que debería ser la plaza idónea para la tercera transubstanciación de la deidad.
Las respuestas que los lectores de Burladero a tan crucial pregunta son de todos los colores, como puede suponerse. Hay alguno que, como yo, pide que la reaparición tenga lugar en Madrid, con una corrida de toros o de novillos de Moreno Silva; hay otros más pastueños que piden la reaparición del ídolo en la antitaurina Barcelona; los hay con un sentido Bienvenidista de la vida que piden que la reaparición tenga lugar en Aguascalientes, que a mí me parece un buen sitio, porque ya se sabe, además, que el lema de aquella tierra es Bona Terra, Bona Gens, Aqua Clara, Clarum Coelum. También hay muchos que están preocupados por la salud del ídolo y piden que en primer lugar se manifieste con nitidez la ciencia médica para certificar que la recuperación es total y que luego, ya tranquilamente, se comience a hablar de plazas.
Yo, por echar al aire la profecía y, eventualmente, equivocarme lo mismo que se equivocan los del tarot de la televisión, diré en primer lugar que no creo que Tomás vaya a reaparecer en la temporada 2011. Creo que seguirá manteniendo esta broma de que si sí o que si no, rememorando en cierta forma a la famosa almohada de Manuel Benítez el Cordobés, y tratando de mantener viva la ilusión de su legión de seguidores.
En cualquier caso, estimo que si acaso nuestro pétreo favorito decidiese ponerse en los carteles, debería anunciarse en la Plaza de Toros de Lourdes, que ya sé que no hay, o hablar con los Hermanos Correas para que montasen una portátil en la explanada para que los fieles y devotos del ciprés pudiesen ir con las antorchas, y que el torero -convertido a la fe mariana a raíz de la cogida- pudiese abrevar de la fuente milagrosa y, por intercesión de la Señora, librarse hasta de las más ínfimas miasmas de la enfermedad y reconocer la forma milagrosa que tuvo su curación en aquella inmunda enfermería, por aquellos médicos inexpertos, y el altruismo de esos miles de personas que enviaron su sangre para salvar al dios exangüe, todo lo anterior al decir de la prensa adicta.
El tomismo o tomasismo está que se sale. Como hace ya quince días que no aparecían noticias del ciprés pétreo, cupresus sempervirens petraeus, hay que echar leña a la zarza o zarzamora para que su fuego no se apague, que estas divinidades menores no son capaces de mantenerla ardiendo por las bravas.
Para que a nadie se le olvide que hay un torero que se llama José Tomás, los de Burladero, ese portal cuyo norte y guía es la independencia, han hecho una encuensta entre sus seguidores en la que interrogan sobre cuál creen ellos que debería ser la plaza idónea para la tercera transubstanciación de la deidad.
Las respuestas que los lectores de Burladero a tan crucial pregunta son de todos los colores, como puede suponerse. Hay alguno que, como yo, pide que la reaparición tenga lugar en Madrid, con una corrida de toros o de novillos de Moreno Silva; hay otros más pastueños que piden la reaparición del ídolo en la antitaurina Barcelona; los hay con un sentido Bienvenidista de la vida que piden que la reaparición tenga lugar en Aguascalientes, que a mí me parece un buen sitio, porque ya se sabe, además, que el lema de aquella tierra es Bona Terra, Bona Gens, Aqua Clara, Clarum Coelum. También hay muchos que están preocupados por la salud del ídolo y piden que en primer lugar se manifieste con nitidez la ciencia médica para certificar que la recuperación es total y que luego, ya tranquilamente, se comience a hablar de plazas.
Yo, por echar al aire la profecía y, eventualmente, equivocarme lo mismo que se equivocan los del tarot de la televisión, diré en primer lugar que no creo que Tomás vaya a reaparecer en la temporada 2011. Creo que seguirá manteniendo esta broma de que si sí o que si no, rememorando en cierta forma a la famosa almohada de Manuel Benítez el Cordobés, y tratando de mantener viva la ilusión de su legión de seguidores.
En cualquier caso, estimo que si acaso nuestro pétreo favorito decidiese ponerse en los carteles, debería anunciarse en la Plaza de Toros de Lourdes, que ya sé que no hay, o hablar con los Hermanos Correas para que montasen una portátil en la explanada para que los fieles y devotos del ciprés pudiesen ir con las antorchas, y que el torero -convertido a la fe mariana a raíz de la cogida- pudiese abrevar de la fuente milagrosa y, por intercesión de la Señora, librarse hasta de las más ínfimas miasmas de la enfermedad y reconocer la forma milagrosa que tuvo su curación en aquella inmunda enfermería, por aquellos médicos inexpertos, y el altruismo de esos miles de personas que enviaron su sangre para salvar al dios exangüe, todo lo anterior al decir de la prensa adicta.