martes, 30 de noviembre de 2021

"Se pinta de verdad cuándo la mano va un instante antes que la cabeza"


 
Los cuadros insistidos y resobaos es imposible que transmitan lo que dices. Es como cuando ves terminado un puzzle de 1000 piezas, o una torre Eiffel de cerillas, o una colcha de ganchillo, a mí me dan un mal rollo enorme. ¡Cuántas horas de vida malgastadas!

 

Mariano (Gistaín) me ha hecho esta entrevista. La "pego" por si es de vuestro interés.

ENTREVISTA

Me quedo horas mirando tus cuadros, caminos, Zaragoza allá abajo, gasolineras, cielos. No puedo explicarlo, me desborda. Con los elementos que hay, colores, formas, luces... no es bastante. En tus cuadros siempre hay algo inexplicable, que no se puede nombrar.

-¿Pintas en trance?

-No sé si en trance, pero no dándole demasiada importancia, sí. Si me concentro demasiado, como sacando la lengua entre la comisura de los labios, mal, sale un churro. Si lo hago con demasiado desdén, mal también. Se tiene que pintar con facilidad, aunque esto paradójicamente es muy difícil. Se pinta de verdad cuándo la mano va un instante antes que la cabeza. Pero tú ya lo sabes: escribir es lo mismo.

-Por un lado tu pintura es pura materia, o quizá quiero decir eficacia: lo justo para producir un 'efecto cuadro', perfecto: una ecuación tiempo/ejecución... Productividad, incluso facilidad. Pero al mismo tiempo tus cuadros son infinitamente espirituales.

-Acabo de leer un ensayo-biografía de Sorolla escrito por Felipe Garín y Francisco Tomás (que ahora mismo está de rebajas en el Vips) en el que se trata este asunto de la “facilidad”. Este ensayo reproduce las críticas en este sentido de Unamuno, Valle Inclán, Ortega, etc, o lo que es lo mismo: los intelectuales de la época, a la facilidad, como antítesis de la verdadera creación. La verdadera obra de arte habrá de sufrirse. En realidad es un canto al sufrimiento. Enfrentados a esto están Sorolla y Blasco Ibañez, que se hicieron riquísimos no haciendo ni puto caso a la panda de estreñidos que les criticaban. En los últimos tiempos ha pasado un poco esto mismo. El verdadero artista, según ellos, se nutrirá del tormento interior. Yo nunca he pensado esto y por eso no les gusto a los próceres de las artes y pero no me importa..

-Muestran lo que no existe. Eso quiero decir.

-Al contrario. Creo que mis cuadros muestran lo que existe, lo que pasa es que nadie se para a mirar, fijándose, lo que tiene delante de sus narices. Prefieren ver el mundo a través del ordenador, de la televisión, de los periódicos o de lo que les cuentan. Se sienten así mas seguros, menos intranquilos. Ver, fijándose, la calle en la que viven desde hace tanto, iluminada por la macilenta luz de las farolas, al anochecer les hace percatarse de que el paso del tiempo les muerde en la carne y de que su tiempo es finito. Y eso no hace ninguna gracia.

-¿Cómo te ves en el ensayo que te ha dedicado Julio José Ordovás?

-Pues está cojonudo. Ha hecho un gran trabajo. Me ha seguido unas semanas y ha anotado mis ocurrencias. Está escrito extraordinariamente y lo digo porque cuándo lo lees no eres consciente de que estás leyendo. Esto, para mí, es la prueba de que es bueno.

-¿Qué es lo que más te ha sorprendido?

-Que lo haya hecho tan bien.

-Tu blog (http://pepe-cerda.blogia.com/) es un clásico de la claridad. El lector sabe que siempre va a sacar algo.

-Ahora ya no tengo ganas de escribir como antes. Desde que murió Félix me cuesta mucho más. Creo que lo escribía sobre todo para él.

-Cuentas cosas sencillas, como que te gusta picar con el azadón en el campo, pero la anécdota remonta el vuelo y llegas a conclusiones y reflexiones muy originales. ¿Cómo se hace?

-Pues sin darle ninguna importancia. Dejando que la cabeza vaya de un sitio a otro y sin pretender tener éxito.

-¿Qué piensas de Félix? ¿Te descubres a veces hablando con él?

-Félix me ha dejado en la orfandad más absoluta. Él me quería intrínsecamente y me obligaba a hacer aquello que quería hacer desde siempre y que siempre posponía. Antes te he dicho que ya no escribo porque sé que Félix no lo va a leer, y es así. Félix paliaba la terrible soledad del creador, o por decirlo de un modo menos pomposo, de los que nos empeñamos en hacer cosas que ni sirven para nada ni nadie nos ha encargado. En Villamayor, en el bar, cuando digo que tengo mucho trabajo porque estoy preparando una exposición, me contestan “Eso es bueno, con el paro que hay”. Cómo les explico que el trabajo que yo tengo consiste en tirar mi bolsa y mi vida preparando unos cuadros que posiblemente no se venderán, y que si se venden, tardaré en cobrar y no cubrirán mis gastos. Félix se dedicaba a lo mismo que yo y que tú, y aún a pesar de eso quería nuestro bien. Pero lo quería activamente, empeñándose, no se queda en los políticamente correctos “buenos deseos” con palmadita en el hombro y puñalada trapera de los demás. Félix era igual de bocazas que yo y absolutamente incapaz, al igual que yo, de hacer el mal a sabiendas. Siento enormemente su muerte. Y pienso mucho en él. Pero sé que a ti te ocurre lo mismo. Sé que él te quería de igual modo que a mí.

-¿Te sorprendiste diciéndole algo inesperado a su biógrafo, Jorge Martínez Lucena, si es que hablaste con él?

-Sí. Su biógrafo contactó conmigo en primer lugar. Le dejé un comentario en una reseña que había hecho sobre “Amarillo”, el libro de Félix, y vino a la presentación póstuma del último libro de Félix en el Principal y yo era su único contacto. No me sorprendí de nada que le dije y hablé con él sin ninguna autocensura. Creo que así lo hubiese querido Félix.

-¿Crees que la muerte es una limitación o piensas que puede tener algún truco, una salida a otro universo?

-Creo que es el final. En el poema de Vicente Pascual lo cuenta muy bien: Cuando venga la muerte me dirá:” - Ya está”. Y le diré: “¿Ya está?”. Y me dirá: “Ya está”. No lo sé contar mejor.

-El momento de presión que nos agobia, ¿influye en tu pintura, en los nuevos proyectos, en tu actitud?
-Absolutamente. Procuro que no me influya, pero no lo consigo. Nos enfrentamos a muy malos tiempos para nuestros quehaceres. Pero me sigo tirando sin red como antes. Con más miedo y con la misma inconsciencia.

-¿Qué te gustaría que te preguntaran en una entrevista y nunca te preguntan?

-¿Necesita usted una casa de 500 metros cuadrados en París? Tengo una que me gustaría cederle.

-¿De dónde sale esa felicidad que transmiten todos tus cuadros? (incluyendo el del payo al que van a fusilar que lleva el puro entre los dientes, por citar alguno)

-Supongo que de la levedad con que están hechos la mayoría de ellos. Los cuadros insistidos y resobaos es imposible que transmitan lo que dices. Es como cuando ves terminado un puzzle de 1000 piezas, o una torre Eiffel de cerillas, o una colcha de ganchillo, a mí me dan un mal rollo enorme. ¡Cuántas horas de vida malgastadas!

-¿Sería la felicidad el núcleo de tu pintura?
-Me gustaría que así fuese.
 
[Agosto 2012]