lunes, 28 de septiembre de 2020

Y el vareto de Zidane


Jaime Urrutia

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Del mítico “¡Eso, todos al bar!” de Bryce Echenique en TV cuando le anunciaron la llegada al plató de Manuel Alvar hemos pasado con Zidane al mingotesco “¡Al VAR iremos los de siempre!”

Al cielo iremos los de siempre, decía Mingote, que se imaginaba el cielo como un veraneo en el Norte, de atardeceres de rebequita al hombro.

“La Coviz” nos ha quitado los bares de Jaime Urrutia con sus rimas madrileñas (“Mozo ponga un trozo / De bayoneta y un café, / Que a la señorita la invita Monsieur…”) y nos ha traído el Var, que es un vareto de Zidane, que no va de rebequita, sino de Emilio Aragón en “Vip Noche”, con su smoking y sus sneakers, que duele la vista, incluida la de los del VAR.

Y dos alondras nos observan / Sin gran interés / El camarero está leyendo el “As” / Con avidez… –cantaba Urrutia en el pleistoceno de la Movida, cuando la Quinta del Buitre.

Ahora estamos en la Quinta del Moro, que lleva camino de ser titular en el Madrid no menos de una generación cultural de las de Ortega, que son quince años, y el “As” lo hojean quienes quieren estar al día, no de la vida madridista, sino de la cultura “antifa”, que todo lo devora.

Victoria de vareto de Zidane en Sevilla, que dará para mucha demagogia flamenquita en Casa Anselma, donde los béticos rodearán a Pellegrini como si se tratara de Enrique el Mellizo, con quien los niños, nos cuenta Carlos Gómez Izquierdo, habían adquirido la costumbre, siempre en días de fuerte viento, de acercarse hasta la puerta de su casa para suplicarle que les cantara algo porque tenían ganas de llorar.

Lo último que cantó decía así: “El sol no sale de día, pa mí el sol sale de noche: ya está el sol en contra mía”.

La elegía de Pellegrini al VAR, que si la raya del gol o el penalty a Mayoral. Como la Liga de “la Coviz”, que es el fútbol sin “habeas corpus”, se alargue un poco, nos quedamos sin aficionados. ¿Para qué quiere uno a Mbappé en estas condiciones? Sería como pagar por ver a un pez ángel (“pterophyllum scalare”) en una pecera. Por otro lado, puede ocurrir que Mbappé se acostumbre a jugar en estas condiciones y se convierta en un jugador de pecera con agorafobia o temor a las muchedumbres, y el día que los piperos regresen al estadio el gamo de la Isla de Francia sucumba al miedo escénico. Mas, como nos enseña Santayana, un gran principio de caridad en moral es no culpar a los peces por su mal gusto al querer vivir bajo el agua.

Duramos lo que dura un fragmento de música y vamos donde él va.

El nuevo madridista dura lo que la música de Benzemá, cuyo “fragmento” musical supera el “Zwei Jahre” de Phrasenmäher, y va donde Benzemá va, que es a recibir, como sabemos por Hughes.

¿Qué comerciales no hay que tener para vender como espectáculo de masas un partido Pellegrini-Zidane, con su fútbol de papel crepé y las sedas artificiales de Benzemá, “né” 1987, y Joaquín, “né” 1981, aunque mate toros de Pablo Romero?

En cualquier caso, el sábado, en Sevilla, ganó primero la sentimentalidad flamenca de Pellegrini, el Pelegrín del sistema de Wenceslao Fernández Flórez, y primo de Dulce María Loinaz, y luego ganó la baraka envaretada de Zidane. Y lo hizo con Isco, el Orzowei de Arroyo de la Miel, en el lugar de Hazard, al que llaman Duque, el duque belga, aunque en Bélgica el duque famoso sea el de Alba.

“The Duke of the death” es el título nobiliario que en “Sin perdón” se atribuye Bob el Inglés, y el sheriff Little Bill le hace la burleta de traducirlo “El pato de la muerte”. “Duke” (duque) o “duck” (pato). He ahí la cuestión hamletiana que sólo puede resolver Hazard, al que, por cierto, se mide más benévolamente que a Bale, el loco del golf que metía unos goles tremendos, pero que no hablaba español, como es natural, tan natural como el bicho de “la Coviz”, en palabras del Simón etíope que preside la OMS, Tedros Adhanom, a pedir de boca del señor Jinping.

El virus se originó en un murciélago de la ciudad china de Wuhan.

Y aquí no hay VAR.


David Adalid la tarde de Cazarrata


COSTA Y SUÁREZ

De entrada, el mayor atractivo de la Liga de “la Coviz” es la collera atlética Diego Costa-Luis Suárez, que promete tanto ruido como las de Frascuelo-Lagartijo, Machaquito-Bombita o Joselito-Belmonte (Indíbil y Mandonio, para las sensibilidades antitaurinas). Costa-Suárez son, en bizarro, el Oliver-Benji del “Esteañosí” fabril y colchonero del cholismo, que harán sentarse ante el televisor a aquellos que ni siquiera estén interesados en el fútbol, como cuando se anuncia en Las Ventas una corrida de Saltillo, la familia de Cazarrata, aquel demonio de la casta que nos entreabrió la puerta del infierno un 31 de mayo de 2016. Resignados al hecho de que con Simeone no vamos a ver salir de la crisálida a Joao Félix, fantaseamos, sin embargo, con el cartel de Costa-Suárez como si estuviéramos ante un “remake” de “Los bingueros” con Charles Bronson-Chuck Norris.