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Francisco Javier Gómez Izquierdo
No soy muy de móvil ni de cacharrear por internet -en mayo hace el año que me regalaron uno con acceso al guasap y al google para convencerme de mi catetismo-, pero tengo amigos y conocidos que como les pasará a todos ustedes no paran de mandar por lo general “tontás”, como dice mi madre, y de ciento en viento alguna noticia interesante. Hace un rato, a punto de cumplir mi primera hora a paso ligero en el pasillo me llega la noticia del quinto muerto en Córdoba, que es el primero de la capital.
No soy muy de móvil ni de cacharrear por internet -en mayo hace el año que me regalaron uno con acceso al guasap y al google para convencerme de mi catetismo-, pero tengo amigos y conocidos que como les pasará a todos ustedes no paran de mandar por lo general “tontás”, como dice mi madre, y de ciento en viento alguna noticia interesante. Hace un rato, a punto de cumplir mi primera hora a paso ligero en el pasillo me llega la noticia del quinto muerto en Córdoba, que es el primero de la capital.
No miro las cifras. Al principio sí, en busca de alguna esperanza, pero ya estoy acobardado y me limito a ver el “parte” de los telediarios. En estos días me acuerdo de nuestros abuelos que a las horas en punto prendían la radio para escuchar el “parte”. A mí, la palabra me llamó más la atención a los catorce o quince años y mi abuelo andaba muy entrado en los setenta y miraba su reloj de bolsillo cada minuto para no olvidarse de poner el parte, que cuando siendo chicuelo lo veía entrar “deprisita” en el portal de la casa en el pueblo y encendía una radio que cuando movíamos el dial para buscar música sonaba como tienen que sonar las radios. Yo creo que mi abuelo, veterano de las guerras de África, recibía las noticias como una orden, como si el turuta convocara a asamblea y cantara la orden del día y que sobre todo quería estar al tanto por si se anunciaba otra guerra. Un año que el desfile de las Fuerzas Armadas lo hicieron en la calle Vitoria de Burgos, mi abuelo me preguntaba inquieto asomado a la terraza que cuándo venían los pontoneros, porque sin los pontoneros la guerra estaba perdida.
Como mi abuelo, ahora en el móvil y antes en el ordenador, me gusta mirar todos los días el Diario de Burgos por saber de la tierra y veo que hoy 24 de marzo ya son dieciocho las víctimas mortales, diferencia llamativa con respecto a Córdoba que con muchos más habitantes andamos en los cinco. Además una de las cinco víctimas estaba de visita en el pueblo de Almedinilla. No tengo conocimientos para explicar datos tan significativos, pero dicen, hasta en la BBC, que Córdoba es un ejemplo de cómo cumplir el confinamiento y hay por ahí un vídeo que la televisión inglesa emitió didácticamente, de una ciudad vacía, fantasmal y sobrecogedora.
Estamos de acuerdo en que el escandaloso número de bajas tiene causas colaterales que la Historia determinará, pero para contener esta peste todo el país debe tomar ejemplo de los cordobeses y hacer caso a cuando dicen en el “parte” que lo primordial es quedarse en casa.