lunes, 10 de febrero de 2014

Un beso y una flor



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El beso, el de Jesé (el beso de Romario a la red: “Yo no hago goles; yo hago pases  la red”), y la flor, la de Carletto, que para Cristiano es como la rosa de Coleridge: “Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”
    
Este entrenador tiene suerte –ha dicho Cristiano como prueba de su fe en la Décima.

    ¿Miel para Carletto o veneno para Mou, el eterno perdedor en los penaltis?
    
El Madrid decidió cubrir el Bernabéu la noche del penalti de Ramos al Bayern, y ahora existe la creencia de que, con Carletto en el banquillo, aquel penalti pegaría en la cubierta y el rebote se colaría por la escuadra de Neuer (“Noia” para Sergio Sauca).
   
 Flor, en fin, es que en el mejor partido de la era Ancelotti (dicho por Ancelotti), el equipo cree una ocasión de gol (Jesé) y haga tres goles (uñazos de Pepe y Di María).
    
Son detalles a los que se agarra Cristiano, que en cinco años aquí ha visto mucha mala suerte pasar por delante.

    ¿Qué come Carletto, chicle o “pizza”?

    Carletto come partidos. Servida en primeros planos, su masticación marca el ritmo de desaparición del contrario. Si está Cristiano, con Cristiano, y si está Bale, con Bale. Y siempre con Modric. Tiene guasa que el único jugón del Madrid sea un fichaje de Mou (“enamorará al Bernabéu”), el tío que odiaba a los jugones, que lo trajo cuando la prensa y los piperos pedían a Cazorlita.
    
Más la aparición de Jesé, un canario con cabeza de boxeador y cuerpo de repartidor que hace “pases a la red” a lo Romario, y que Dios nos perdone. Uno, el martes, a Courtois, aunque entonces nos quedó la duda: ¿golpeo fino (agónico) de Jesé o fallo gordo de Courtois, que hace, el hombre, lo que puede para no regresar al Chelsea? Y otro, el sábado, a Asenjo, y aquí ya se aprecia en el golpeo toda la elasticidad playera del gran Romario de la cama de oro.
    
Al pipero se le hacen los dedos huéspedes pensando que el aguanís de Raúl ha encontrado su prolongación en el beso de Jesé, que produce en los porteros el mismo efecto que el beso de José (Tojeiro).

    En la banda, Carletto mastica y mastica. Así se ha comido la Copa y así puede comerse la Liga, teniendo en cuenta la imparable descomposición culé.
    
El mérito de la Copa está en que es la competición de la Federación, enemiga ideológica del Madrid, que tiene el detalle castizo de jugarla con el portero de la Federación, Casillas, que apunta a récord de imbatibilidad.

    La verdad es que reconforta ver a Villar pillado en el dilema del prisionero, entre el repelús del Madrid y el récord de Casillas, respetado incluso por Simeone, cuyo equipo jugó con tal miedo reverencial que tiró dos veces a puerta en el Bernabéu, con sendos frentazos de Arda, lejano y sin peligro, y de Godín, salvado “in extremis”, como se decía en el latín de los viejos cronistas, por Modric, que estaba bajo el larguero (con Casillas en la portería, sólo Modric cabe en ese lugar) como los gnomos de Andersen bajo los puentes.
   
 Y no me olvido del labio inferior, descolgado, de Carletto: con la colilla de un “bisonte” sin filtro a ese labio pegada, sería mi Lucky Luke.

La aceituna negra

LA LOSA DEL TRES POR CERO
    Un tres por cero es lo que en el periodismo deportivo se entiende como “losa”. ¿Es remontable un tres por cero al equipo de Ancelotti con el equipo de Simeone? A Ancelotti se lo remontó… ¡Benítez!... con el Liverpool en una final de Champions, en lo que constituye el único episodio que contradice la leyenda de la flor de Ancelotti que ha hecho suya Cristiano. A favor de Ancelotti juega el resultado, pero a favor de Simeone juega que no juega Diego Costa, el “killer” amortajado en el Bernabéu por la flema nasal (¡tirarse el moco!) de Pepe.



La flecha rosa