Jardiel
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando la Peste Negra se cernía sobre Florencia, los florentinos pijos marcharon a una villa a contar cuentos verdes y Bocaccio escribió el Decamerón.
Es lo que pasa con la Prima de Riesgo cerniéndose sobre Madrid: los políticos se refugian en el Congreso y cuentan ovejas con que los cronistas consiguen dormir.
–Dos auditoras independientes son más difíciles de encontrar que las 10.000 vírgenes de Jardiel Poncela –dijo, tribunicio, uno de los dos gómeces del socialismo, Valeriano, que tiene voluntad (lo mismo está al frente de un ministerio que de una manifestación), pero que no sabe contar.
Camba hablaba de una comarca africana donde nadie sabía contar más que hasta cinco, y cuando por excepción lograba alguien contar hasta seis o siete, los ancianos de la tribu le ofrecían una chistera desfondada, que se encontraron un día en la playa, le colocaban un enorme paraguas en la mano y lo proclamaban rey.
Cuando Zapatero ganó el gobierno con la promesa del pleno empleo, Valeriano era un sindicalista que contaba más parados que nadie, y le hizo ministro de Trabajo. Ahora es diputado de números, y en una discusión con Guindos va y le sisa a Jardiel nada menos que un millar de vírgenes, que no eran diez mil, como cree Valeriano, sino once mil, aunque en la realidad sólo fueran once, como pudo comprobar Alfonso Reyes en la Capilla del Condestable, en Burgos, ante el retablo de las Once Mil Vírgenes.
–De las Once Mártires Vírgenes, querrá usted decir. Es una mala lectura del texto. La “M” no vale “Mil”, sino que es una abreviatura de “Mártires”.
A ver si va a pasar lo mismo con los parados.