Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No me gustan esos aires de superioridad moral que se da la gente al hablar de los políticos, nuestros primos hermanos. Tipos que han pedido un préstamo y no lo han devuelto y censuran la gestión de los banqueros.
–La culpa fue del Cha-cha-chá, que me volvió un caradura por la más pura casualidad –cantaba en plena juerga mi amigo Jaime Urrutia.
Ayunos de dinero, nos queda la superioridad moral.
Y mientras Bruselas (Bruselas es la marca blanca de frau Merkel) le pasa a Mariano la lista de sacrificios para salvar a España, media docena de periódicos de progreso, depositarios “por la g. de Dios” de la moral superior, se juntan para enseñarnos a salvar, no a las empresas periodísticas, que de eso ya sabemos que no saben, sino… ¡a Europa!
–Viajar por Europa es visitar una casa para que los criados nos muestren las salas vacías donde hubo fiestas maravillosas –dijo exactamente Gómez Dávila.
Falta de pudor (y de ortografía) en el periodismo, y en la Banca, “falta de transparencia”, como se me queja un amigo de ideas avanzadas que debe tres meses de hipoteca y cuatro de comunidad, razón por la cual sus vecinos, todos ellos grandes objetores del sistema bancario, ya lo han incluido en la lista de la morosidad.
–Mejor moroso que putero.
Porque al totalitarismo catalán le ha dado ahora por listar a caballeros frecuentadores de señoras de mala vida, seguramente no por la parte pecaminosa que conlleva el apetito venéreo, sino por la disidencia identitaria que supone el comercio carnal.
–¿Por qué pagar por sexo, si es gratis? –dijo, naif, Emma Thompson.
Pagar, siendo gratis, no es catalán.