miércoles, 9 de mayo de 2012

Rayos de esperanza más allá de Orión

 
Jorge Bustos

El mundo se está poniendo literalmente imposible. Los medios airean sin rebozo cosas como la fuga forzosa de Rato, el retorno frío de Putin, el advenimiento auroral de Hollande, la ruptura descontada entre Basagoiti y Patxi, la herética traición a Pep de Tito Vilanova, la amenaza prodemocrática del 15-M, el encarecimiento de la caña que nos avisa Montoro y la orfandad sin consuelo en que la lesión de Puyol sume a la Roja o Combinado Autonómico Estatal.

Pero con ser graves todas estas noticias, los caracteres más templados acertarán a sobrellevarlas. Lo que de ninguna manera se puede resistir, lo que rebasa cruelmente el umbral de eso que Sartre llamaba nuestro coeficiente de adversidad tolerable, lo que barre nuestra fe última en la capacidad de redención humana es enterarse de que John Travolta, marido de Kelly Preston, acosó sexualmente a su masajista, que se hace llamar John Doe y que, como todos –o casi todos– los John, es varón. Según la demanda interpuesta por el acosado Doe, el rumboso protagonista de Grease se despelotó delante de él, le palpó la huevera o fruto en la ingle que diría Miguel Hernández y le formuló lo que las novelas victorianas denominan “proposiciones”, las cuales suelen perseguir un cotizado tipo de gimnasia que se hace corito y a oscuras. Al objeto de apuntalar las virtudes suasorias de su argumentación, el actor vino a confesarle que él nunca hubiera alcanzado el privilegiado estatus del que goza de no ser por ciertos desempeños genitales que hubo de prodigar en los vacilantes albores de su carrera.

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