miércoles, 16 de mayo de 2012

El todo Madrid

Palco municipal en el Día del Patrón

Jorge Bustos

Acudir a la entrega de las Medallas de Madrid es una forma como otra cualquiera de pasar la resaca. No puede tratarse de una de esas resacas culpables la que se cosecha en vísperas del Patrón de la capital, quien seguramente se sonreirá ante los excesos festivos que se cometan en su nombre.
La elección de los premiados este año ha sido un monumento al equilibrio, casi un tratado de Vitrubio sobre la corrección política. A un extremo Alejandro Amenábar; al otro, el padre Jaime Garralda; y en el centro, claro, Alberto Ruiz-Gallardón. Gallardón es un apellido que seguramente suene a los madrileños, e incluso a los que no son de aquí. Amenábar es un cinero chileno pero madrileño de adopción cuya última película sirve de faro a la nueva hornada de Hipatias hispanas –con Pajín, Hipatia de Benidorm, de matriarca beauvoiriana– que en esta peli de los Python que es el neofeminismo de sinecura se ponen a gritar “¡disidente!” cada vez que el propio ministro de Justicia pronuncia la palabra “maternidad”. Y el padre Garralda es un jesuita que ha dedicado su vida a aplicar el Evangelio entre drogadictos, delincuentes y desheredados verdaderos de la tierra que ni siquiera cuentan con un mal iPad que les permita sumarse al 15-M.

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