martes, 8 de octubre de 2024

Propagandistas y abogados


 

Albares & Almeida

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Presidía el derbi madrileño en el Civitas (¡pobre latín!) el alcalde Almeida, que era como tener allí a Carl Schmitt subido a un cajón de gaseosas, cuando en el césped se representaba la Gran Metáfora del 78, negociar con encapuchados (de la peluca de Carrillo a los pasamontañas del zapaterismo, con precedente aznarista en el “MLV”), lo que propagandistas y abogados llaman “Estado de Derecho”, con Simeone, ese señor de negro, y sus futbolistas mendigando un Consenso a los encapuchados del Fondo, mientras el mundo entero (en el palco también se sentaba Albares, el canciller más inepto desde el marqués de Labrador) tomaba nota. La afición del Equipo del Pueblo se había desatado porque Courtois, que ha vuelto del cruzado roto como De Gaulle, su vivo retrato, volvió de Londres, con más carisma, había provocado. Dado que de provocadores siempre son tildados los buenos (Vinicius y Courtois, no Lucas ni Fran García), concluiremos que para la sana gente del pueblo español (sólo ocurre en España) el elemento provocativo radica siempre en la excelencia.


Es comprensible que propagandistas y abogados de toda clase gusten y recurran a la expresión “Estado de Derecho” para difamar al enemigo considerándolo adversario del Estado de Derecho –fue el aviso de Schmitt–. Para su Estado de Derecho y su concepto de Derecho sirve el dicho según el cual el Derecho, no obstante, debe decir exactamente lo que yo y los míos bendecimos.


Por ejemplo, esta nota en el Boe, de 26 de septiembre, por la cual “vengo a nombrar a doña Zutanita como Directora del Gabinete del Director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno”, en la página de “Nombramientos, situaciones e incidencias del Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes” (“Donde todo está en una mano”, sitúa Hamilton la tiranía) a cargo de Bolaños, que carga como acémila con el peso, a la vez, de la separación de poderes de Locke, el equilibrio de poderes de Bolingbroke y la balanza de poderes de Montesquieu, convirtiéndose en el don Natalio Rivas de esta Restauración (“Natalico, colócanos a tós”).


Almeida, el inspector de derbis, es abogado del Estado (de Partidos), un Jano del Aranzadi que habla como una parpayuela y dice que, “aunque uno pueda o no estar de acuerdo con una resolución judicial, el Ayuntamiento siempre la acatará y cumplirá”. El TSJM resolvió contra su “Madrid Central”, y el abogado del Estado (de Partidos), en vez de suspender ese cazadero de multas, resolvió apelar a la Corte Celestial para seguir multando. Después, un Juzgado de Madrid resolvió (en primera instancia) contra el aparcamiento del Bernabéu, y el abogado del Estado (de Partidos) corrió a decir: “Hoy mismo informaremos al Real Madrid de que debe proceder a la paralización de las obras, restaurar la superficie a su estado original y garantizar la movilidad”.


Ya decía Pla que en España todo el mundo, de arriba abajo, habla en camelo.


[Martes, 1 de Octubre]