viernes, 4 de octubre de 2024

Feria de Otoño. Novillada tremenda de Fuente Ymbro para Hoyos, Romero y Chicharro. "Laura no está". Márquez & Moore

 


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


El que se haya aburrido hoy en los toros es porque no le gustan los toros, porque si algo ha habido en Las Ventas hoy ha sido toros para no apartar los ojos del ruedo. La cosa comenzó con el derribo del caballo que portaba a José María González, en el primero de la tarde, Adulador, número 120, y terminó con las mil y una teclas de Regatero, número 36, que hizo sexto. Entre medias ahí estuvieron las dificultades, la falta de afán colaborativo, la óptima presentación, las carreras en pos de los banderilleros o la guasita de Taconero, Pijotero, Jupio y Volante, números 14, 47, 114 y 83. El hierro que llevaban marcado a fuego era el de Fuente Ymbro, que es una ganadería realmente asidua de Las Ventas en los últimos años, y cuando decimos asidua queremos decir constante, que se diferencia de casi todas las demás en que tiene un amo con nombre y apellidos y no una S.L., o una S.A., o una S.C.P., o una S.A.T. o una S.C., lo cual nos facilita mucho las cosas cuando decimos que don Ricardo Gallardo, el propietario, tiene la ganadería en la mano, que si tiene que mandar unas yemas de San Leandro a Logroño para Juan Ortega, Roca Rey y Pablo Aguado, ahí está preparada la caja con los seis, bañados en azúcar glass, y si tiene que mandar seis novillos de nota a Murcia para que tres novilleros se lleven casi todas las orejas posibles, ahí va el camión; y si tiene que dejar su sello en Madrid para que nadie se ponga quejoso cuando nos vuelvan a programar otras tres o cuatro de esta vacada el año que viene, ahí va ésta de hoy en la que algunos han sido recibidos con palmas a su seriedad y a sus hechuras y otros han sido despedidos con palmas a su juego.


Lo de los toros sería lo primero que hay que explicar y lo segundo sería lo de los aceros y los avisos, que ya va siendo hora de que alguien piense en dar un plus a doña Cristina, don Ángel, don J. Ramón y don Antonio por el exceso de trabajo que se llevan últimamente aporreando los timbales y soplando los clarines a costa del aluvión de avisos que se producen cada tarde. Hoy, si no hemos contado mal, han sido 6 avisos, que ya se dice pronto: tarari, tarari, tarari… Tal día como hoy hace años que Juan Mora explicó cómo te puedes llevar a Madrid en el bolsillo con veinte muletazos y una estocada, llevando desde el principio el estoque de verdad y no el simulacro, porque lo que actualmente se hace con la «suerte suprema» no tiene nombre; porque ya no sabemos cómo llamar a ese zambullón con los ojos cerrados a ver si el estoque se clava en alguna parte de lo negro, por bajo que caiga, a esa «suerte blasfema» que se practica a diario sin que nadie parezca avergonzarse de la manera en que la practican los que se dicen «matadores», que según la Real Academia Española son los toreros que por profesión ejercen el arte de matar los toros con espada.


Los encargados de matar de cualquier manera a los novillos de Fuente Ymbro, más mal que bien, fueron Valentín Hoyos, Nek Romero y Alejandro Chicharro.


A Valentín en su primero dio la impresión de que nadie le echó cuentas. Bien es verdad que sus modos eran los de ese toreo de déjà-vu que ahora se estila, que consiste en que todos los que lo practican son iguales y sólo se diferencian en que unos se llaman Pedro, otros Luis y otros Valentín, por lo que las gentes, eliminado de manera total el factor sorpresa, se dedicaron a charlar amigablemente mientras iba transcurriendo el tiempo y parece que Hoyos concitó un poco más de atención en sus infructuosos intentos de matar al toro de una estocada y en su torpeza en el uso del verduguillo. A su segundo le recetó una larguísima faena que comenzó con tres de rodillas antes de que las cercanías del toro le obligasen a recobrar la bipedestación. Mucho arrimón sin eco en los tendidos ante un oponente que fue el que más «se dejó», y luego un metisaca y un espadazo pusieron punto final a una actuación de bastante poco fuste.


Nek se llama igual que aquel cantante italiano que popularizó el tema «Laura no está», y Nek Romero no estuvo lo que se dice a la altura de alguien que va a tomar la alternativa dentro de cuatro días. Comentábamos que lo mismo este muchacho necesitaría más rodaje, al menos otra temporada dando tumbos por ahí, porque la verdad es que lo único medio potable que se vio en la tarde por la parte de los matadores lo hizo él, pero verle de matador tan pronto apunta más a la idea de que sus mentores están a ver lo que recogen de la inversión. A su primero le dio distancia y le hizo galopar hacia su muleta en el platillo y en seguida se dio cuenta de que el terreno era más bien en el tercio, que es donde echó a rodar su trasteo en el que, por momentos, amagaba sin dar en una faena larga por demás. Ruina a espadas. En su segundo es donde hizo sus mejores cosas, aunque buena parte del público había desconectado, cayendo hacia adelante y no ocultando la pata en un trasteo en el que fue sacando los muletazos de uno en uno, al quedarse el toro tardo y dubitativo y obteniendo una serie corta al natural que ha sido lo mejor de la tarde. Mató sin sobresalir de la tónica general de la tarde.


Alejandro Chicharro es el que más parroquia atrajo. Al parecer no venía en las mejores condiciones, que digo yo que si no estás en condiciones, lo mejor es que no vengas, y encima tuvo enfrente al sexto toro de la tarde, que le dio una lección práctica de toreo: de lo que es un toro toreando a un hombre. Dio la impresión de que Chicharro no se había encontrado en su vida ante un aluvión de casta y de seriedad como el que Regatero le brindó para hacerle el Examen de Estado, en el que su calificación no llegó al aprobado. Fue Regatero un toro importante, de esos que te encumbran de verdad, de los que si le puedes te abren un hueco en el rocoso corazón de la afición, pero Alejandro Chicharro sólo pudo ofrecer un catálogo de enganchones que no podían ocultar la evidencia de la falta de poder de su muleta. Lo de la muerte, como los otros, con descabello. En su primero, dejó un elegante inicio por ayudados por alto y poco más en otra vuelta de tuerca al toreo de déjà-vu, ventajista y sin alma. Pinchó varias veces y dejó media estocada que se fue metiendo más hacia adentro del toro ella sola.


Juan Carlos Rey, que está en un momento óptimo, volvió a dejar su sello en una brega esmerada y en la elegancia de correr el toro a una mano templando y sin apreturas en el tercero. En el sexto, un excelente par bien reunido, del que sale acosado por el toro hasta tomar el olivo, puso a la plaza en pie. Víctor del Pozo también cosechó palmas por su labor con los palos en el quinto.





ANDREW MOORE














FIN