miércoles, 16 de octubre de 2024

(La) Calvo


La Calvo, de Menipo en la pandemia

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Tiene dicho la Calvo, ese mármol egabrense, que hace más por el español un concierto de “rock” duro que todos los institutos de piensos Cervantes. Y lleva más razón que un santo, la Calvo, cada vez más parecida a Camacho, ese mármol ciezano, y cada día más enloquecida por el “heavy”, ese ruido radicalmente contrario a los tres ruidos prescritos en la Alianza de Civilizaciones: la risa de la mujer, el rumor del agua y el galope del caballo.


Decía Foxá que la música estridente simboliza a lo deforme: se exalta al ruido, que es el monstruo de la armonía. Y la Calvo vibra con la banda segoviana “Lujuria”, cuyos miembros, que se declaran “comuneros”, embisten en el viejo debate de Umberto Eco sobre “apocalípticos” e “integrados” confesando estar “¡hasta los cojones de tanta puta publicidad..., joder, nosotros ya sabemos dónde comprar condones y no nos interesan una mierda los yogures desnatados ni los cedés de Ricky Martin, así que a tomar por culo la publicidad en la web!”.


Ánimo, chicos –les ha dicho la Calvo, por carta, a estos embravecidos balanos segovianos–. Hay que seguir teniendo ideales.


Desde luego, parece la victoria de lo asimétrico, de lo caótico, de lo oscuro elevado a la categoría estética. La voz de la Calvo quiere ser la voz de Jehová movilizando a la Nada. ¿Es egabrense la lujuria? Un paisano suyo –de la Calvo, no de Jehová–, don Juan Valera, se refería a un compadre suyo de Cabra que tenía tres hijos: “las dos de ellas, monjas, y el varón, seminarista”, por lo que le decían en el pueblo “polla santa”. La cita, no se vaya la paisana de “polla santa” a creer, está sacada de una de las catorce cartas manuscritas de Valera encontradas en el archivo de don Mariano de Pardo Figueroa, el doctor Thebusem.


Pero la Calvo lleva razón: el “rock” hace más que el Cervantes por el idioma. Todo el vocabulario que se necesita para poder decir que se habla español hoy en día –“cojones”, “puta”, “joder”, “condones”, “mierda” y “tomar por culo”– está en esa declaración de “Lujuria” que tanto gusta a la Calvo. En cambio, Garzón, que ahora habla el inglés como la Calvo el español, ha mandado a sus abogados a visitar a una banda de música cuyos miembros habían tomado su nombre, “Garzón”, ignorantes del verso de Ullán pasado por la túrmix de Lope en Lepe: “Negro lo tiene el garzón / por llamarse Baltasar.” Ahora la banda se llamará, y ya hacen falta ganas, “Grande-Marlaska”.