lunes, 7 de octubre de 2024

Escrupulosos Terceros Grados. El caso Harriet Iragui


 Harriet Iragui, condenado a 128 años de cárcel, y María Jesús San José, consejera de Justicia en el Gobierno Vasco


Francisco Javier Gómez Izquierdo



       Preguntado Don Marlaska, ministro de los asuntos de las cárceles -y que tengo entendido no ha perdido la condición de juez-, por el tercer grado penitenciario concedido a Harriet Iragui, conocido criminal, por estar sus crímenes aún recientes y vivos los familiares de los asesinados, y que fue capturado en el presente siglo, el señor ministro se ha puesto estupendo invocando un Estado de Derecho en el que se nota que no cree, porque imagino entiende el significado del sintagma y ha soltado al tribuleterismo, muchos de cuyos miembros incomprensiblemente le adoran y jalean que "...hay que respetar escrupulosamente las decisiones tomadas conforme a las leyes".  Le ha faltado añadir "..y el reglamento".


     La generosidad mostrada por conmilitones de la parcialidad de Don Marlaska en el Gobierno vasco me pilló, inquietantes casualidades, caminando por la calle Feria hacia la del Gran Poder, la Alameda de Hércules y a la Macarena, ya saben, zona de paseo recomendable a cualquier visitante que a Sevilla llegue. Paseando, pues, la otra mañana, en el televisor sin voz en un bar de la calle Feria apareció la cara "del Iragui", conocido por quien suscribe, y debajo un rótulo en el que pude ver 3er grado escrito así, con el tres más la "e" y la "r". "No puede ser" dije a mi fiel compañera y uno, que no está en tiempo de pensar en cárcel, ni en presos, ni cosa parecida, le vino que aquí precisamente es donde el asesino asesinó y donde fue capturado al poco tras rendición tenida por indecorosa entre los de su ralea. "...estoy herido, no tengo armas", son los gritos que el terrorista dirigía a la policía que lo tenía rodeado en una obra del barrio de la Macarena y de los que se hizo eco la prensa de aquellos días -finales del 2000-. 


     Iragui, para demostrar abertzalismo -en realidad no pasa de cerril pistolero- a sus jefes y a los "escribidores" del Gara se dedicó a montar peloteras con los funcionarios de prisiones "¡que no me dejo cachear!", gritaba a los de Valdemoro; en Córdoba, donde pasó parte de su condena, también se resistía con amenazas: "¡lo váis a pagar caro!" "¡Os arrepentiréis!", y así, en este plan. Denunciado por mis compañeros, los jueces no se sabe en base a que principios legales, no consideraron delito las amenazas de palabra del sicario, las mismas que denunciadas por una novia histérica sirvieron para encarcelar preventivamente a un "atontao" con ventanas a la calle, conocido por Custodio. Sentenció el juez que el asunto se resolviera reglamentariamente, con sanciones de privación de paseos, sanción que en Primer grado carece casi de fundamento.


     No sé como hay que interpretar ahora la ley y el reglamento, pero hasta cuando uno estaba en activo, si no se barría y se fregaba en las zonas comunes, no había beneficios penitenciarios; si no había asunción  del delito, no se concedían permisos; lo de abonar la responsabilidad civil los internos lo arreglaban pagando la familia cuotas de a cincuenta euros mensuales en el juzgado, para con los recibos demostrar el requisito exigido para alcanzar permisos y terceros grados... y no hablemos del requisito indispensable del arrepentimiento. "Cómo no haga usted terapia de habilidades sociales no cuente con permiso", se dice al preso que pegó al padre y al vecino que se puso en medio. El arrepentimiento es sentimiento del que carece no sólo Iragui, sino también la mayoría de los de su banda -he conocido un etarra y un grapo verdaderamente arrepentidos y ambos antes del año 2000, cuando se jugaban de verdad el pellejo ante los suyos-, además de los rufianes que compadrean con los Iraguis que en España son y que disfrutan con el daño que son capaces de infligir, militando en un racismo antiespañol del que parece que don Marlaska quiere hacerse cómplice. De cómo los colegas de los Iraguis y tantos otros rufianes parecidos aprietan las ubres del Estado hasta que se agote la leche dentro de sus calderos, servidor prefiere recogerse en particular cartuja y he decidido sacarme papeles de tonto.


      ¿Cómo es posible que la ley que regula los procedimientos policiales la redacten los Iraguis y la aprueben, consientan y aplaudan los Marlaskas? ¿Hasta dónde puede llegar la desfachatez de un Gobierno que mas parece obsesionado con la destrucción del Estado que por la prosperidad de sus ciudadanos? "Va con ellos... Marlaska va con ellos, hermano. Va con los malos.." me dice esta mañana un policía nacional vecino de los que trasladan delincuentes de la cárcel a los juzgados.


    "Respeto escrupuloso", dice D. Marlaska para con su colega consejera de Justicia en el País Vasco que tiene nombre tan cristiano, María Jesús Sanjosé, que se ha de entender toma decisiones divinas. No. No se me quita la sensación de que me toman por tonto. Mañana voy a preguntar en qué ventana se recoge la solicitud para ser inscrito como tonto.