jueves, 9 de noviembre de 2023

Real Madrid, 3; Braga, 0. Noche feliz para Rodrygo y Brahim


 

Hughes

Pura Golosina Deportiva


Antes del partido, Florentino se hacía una foto con todos los niños uefos. Florentino está alcanzando un nivel papal.


En el Bernabéu no había mala entrada. Era gente que no estaba en Ferraz protestando por la venta de España en cómodos plazos. El Bernabéu en otro tiempo hubiese tenido algo que decir. Ahora no. Y si se dijo, este plumilla no lo escuchó. Desde que el fondo se hizo ‘constitucional’, banderas de España se ven pocas y resulta impensable escuchar un pareado dedicado a Pedro Sánchez, tan fácil de formar, por otra parte, con solo convertirlo en Sánchez Castejón (que no katehon, como dice un amigo). Cantar eso o arrancarse por un "que viva España" sería "politizar" el Madrid y la camarilla filosófica que rodea el florentinato lo vería un sacrilegio. El institucionalismo (llamémoslo así) es absoluto, pero el fondo y el estadio no deberían permanecer callados.



Si se dice esto (y se dice poco, y desde sitios marginales) saltan con la cantinela de la "desnazificación del Fondo Sur". Entre la esvástica y la coral celadora (he dicho ce) digo yo que habrá un término medio.


(Dicho esto, si realmente se cantó contra el golpe-amnistía, corregiré mis palabras con sumo gusto.)


Pero vayamos al fútbol o al rodar del balón. El partido comenzó con un penalti de Lucas de una plasticidad extraña. Escandaloso e inútil a la vez. Fue una defensa muy blanda, con menos check and balances que nuestra Consti y Lucas hizo un penalti ostentoso, agarró al rival como si fuera a robar un bolso, como en un "suélteme, señora".


Pero el penalti lo paró Lunin, que pareció más hombre, más hecho, más chopo, ocupando ya del todo la portería.


El Madrid arrancaba muy poco a poco. Camavinga disfrutaba de su ritmo instantáneo mientras el resto del equipo se montaba y desmontaba tácticamente con regular obediencia. Vinicius y Rodrygo defendían como delanteros, empezaban las jugadas como extremos y querían terminarlas de nuevo en el área, aunque por ahí iba apareciendo más Brahim, sustituto de Bellingham.


Valverde es otro jugador inmediato y en el minuto 20 hizo un costa a costa vertiginoso. Él contiene el contragolpe mourinhista, lo lleva en sí mismo para que no lo olvidemos.


A partir de ahí, el Madrid comenzó a dominar y pronto llegó el gol. Mendy supo ver un desmarque de Rodrygo, que apuró  hasta la línea y centró a Brahim, llegador, zurdo y conciso, a un solo toque. Brahim, al que le habían anulado un gol antes, lo celebró haciendo el gesto televisivo del VAR y en el público, mimético, alguien hizo lo mismo. No pudo resistirse.


El partido, que paraba más bien pesadote y saudoso, se abrió y terminó de alegrarlo Vinicius con una espaldiña, un difícil control con la espalda: abrió los brazos como en una apertura de pecho en el gym para, de esta forma, amortiguar muscularmente la pelota en el centro mismo de su espalda, sobre el dorsal, accionando los dorsales, precisamente.


Algún fuera de juego hubo y vimos que el juez de línea, cuando es extranjero, no tiene que esforzarse para hacerse el indiferente, para hacer que no entiende. Realmente, los linieres extranjeros no se enteran y ponen con toda naturalidad una cara de "a mí plim". De todos modos, con el VAR los jueces de línea han perdido mucho protagonismo. Su vida se ha hecho mucho más cómoda. Seguro que más aburrida. Ya no vemos esas caras de terror que se les ponían.


El partido era de concordia ibérica. El gran argumento del Braga era Bruma, incisivo, ilusionado y simpático porque permitía escribir que "se levantaba bruma por la banda izquierda".


Antes de que surgiera el brillo individual, era el momento de descifrar el genio táctico de Ancelotti, la catedral relojera que ha ideado junto a Davide... Por ejemplo: en ocasiones atacan con un 4-2-2 que da una nostalgia terrible porque nos hace pensar en Vanderlei Luxemburgo.


La táctica es lo que miramos del fútbol cuando no hay fútbol.


Se empezaba a mover el tridente ofensivo y era Rodrygo el que ofrecía los gestos más depurados. En el ataque aun formándose (la bruma) sus acciones eran, tras las de Vini y Brahim, como alcanzar la claridad perceptiva en el oftalmólogo. Sus movimientos respondían, además, a formas mejores, académicas, como si Rodrygo fuera un jugador platónico y todos sus jugadas aspiraran a 'descargar' del éter divino del fútbol formas ideales.


El fútbol de Brahim es mental de otra forma. Como es tan chiquitajo, a Brahim le tiene que salir lo primero que piensa, porque luego ya no podrá ganar ni por peso ni por piernas. De esa forma, todo lo piensa antes y en cada primera acción arriesga mucho, como un desesperado en el casino. Su fútbol parte de una gran apuesta inicial que ha pensado siempre mucho antes y que ejecuta con prontitud. Es un jugador mustélido y, de tan instintivo e inmediato, su fútbol acaba dejando una sensación de autoridad, de gran personalidad.


Antes del descanso pudo disfrutarse también de un espasmo de Valverde. Subsumido en el lateral, con abnegación, de repente arrancó y cruzó el campo y pasó de banda a banda, uno de esos estallidos migratorios suyos, que son como de gran nostálgico del ultramar. O de área a área o de banda a banda. Es un placer, quizás lo mejor de todo, cuando coge la pelota y decide viajar con ella, atravesando líneas, demarcaciones, meridianos, husos horarios o psicológicos del campo.


La segunda parte comenzó con la ligerísima intriga del 1-0. Nacho miraba con seriedad. Nacho tiene siempre una gravedad de policía nacional.


En un lance, a Camavinga le dieron una patada de lleno en lo que no es hueso ni es músculo. Soportó los dolores de cuclillas.


Brahim, Rodrygo y Vinicius empezaron a jugar de lo lindo y pronto llegó el 2-0, una rápida jugada que desde la derecha le llegó a Vinicius, que en el área controló y colocó con el intermedio de un novedoso gesto de búsqueda de ángulo. Fue un gol de delantero. Vinicius va superando limitaciones de extremo y eso es otro triunfo de Ancelotti.


La jugada se había originado en una acción de Rodrygo, que en esos minutos hizo mucho de Benzema. Tanta pulcritud formal y tanto bajar al río tuvo su premio en el 3-0. Rodrygo partió desde su campo como una centella, se apoyó en Vinicius, que asiste con una confianza y una serenidad de business angel, y ante el portero remató con un elegante picado de pelota.


Ahí el Braga ya se derrumbó y el partido se convirtió en uno de esos fáciles partidos europeos que hay en el Bernabéu todos los años y que son clásicos también a su manera.


Como en todas las segundas partes, Vinicius imantaba el partido. ¿Cuántas veces llega, lo intenta, arriesga, asiste, remata? Hay equipos en España que no hacen en un mes lo que él solo en un partido. A Vinicius hay que medirlo por sus números, por las sensaciones, por la estética pero también al peso, al peso de su fútbol incluso en el bruto de su aportación. De lo que le sobra, de los mondongos de su juego se puede hacer avío.


Además ha enriquecido muchísimo su fútbol. Se apoya cada vez más en el exterior, buscando un acercamiento más íntimo al compañero. También borda ahora unos regates distintos, que no son regates sino juguetonas dilaciones con el rival, demoras un poco sádicas en la duración del duelo. Ahí tiene que sentir auténtico poder: sobre el rival, sobre el balón, sobre el partido entero.


El partido, que había alcanzado un punto de exhibición, llegó a los cambios. Ovación de confirmación para Brahim, salida de boxes psicológicos para Rodrygo y además, de premio hasta Arda Güler, el debut de Nico Paz. Un zurdo altanero por el que hubiéramos seguido viendo el partido.


Bellingham no estuvo, pero al acabar, con su control distefanesco de todo, le dijo a Vinicius que sonriera, que sus luminosos dientes siguieran intentando la felicidad.