Octavio Paz
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Está visto que el español confunde el reparto de funciones con la división de poderes.
El malentendido no es inocente (“todo es bueno para el convento, y llevaba una puta al hombro”), pero lo han hecho suyo todos los inocentes de la gran inocentada de España: porteros de finca, politólogos de TV (“telepollas” los llamaba Cela), profesores de universidad, abogados de la Corte e incluso guardias civiles.
–Nos estamos jugando la separación de poderes y el Estado de Derecho –dijo el otro día, hablando de lo suyo, el coronel Pérez de los Cobos.
“Unidad de poder y separación coordinada de funciones”, llamaba Franco al franquismo, y a los cuarenta años de muerto el Supremo autorizó profanar su tumba… “¡porque no separó los poderes!”, si bien la “unidad de poder…” sigue ahí, tan terne, seguramente porque nadie se ha leído el tocho de Tocqueville, al que un politólogo de TVE hizo “padre fundador” de los Estados Unidos con el visto bueno cabeceante de los contertulios, colosos todos del columnismo patrio.
Fue Tocqueville quien elevó a atributo esencial de la democracia representativa el principio divisorio del poder estatal, un descubrimiento revolucionario de los “Founding Fathers”, último bastión de la libertad en el mundo. Hamilton, Madison y Jay cogieron la soberanía, metafísicamente indivisible, e hicieron con ella lo que Octavio Paz invita a hacer con las palabras:
–Dale la vuelta, cógela del rabo (chille, puta)… Cápala, písala, gallo galante, tuércele el gaznate, cocinero…
La derrotada Alemania, constituida en prestamista de dinero y democracia, nos ha reemplazado la división real de poderes americana con la división social de partidos europea, y la voluntad particular del jefe del partido gobernante es la voluntad general de la nación. ¡La función crea el órgano!
–Si la cordura –explica el clásico– se define, como normalidad, por la generalidad del hábito, no habrá locura si todos, dementes y sensatos, acuerdan vivir como locos y generalizan la locura.
Junio, 2020