lunes, 30 de enero de 2023

Primera regla de Bear Grylls

Bear Grylls

 

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Primera regla de Bear Grylls, ex militar del SAS británico y aventurero en la TV: “Nunca gastes en capturar a un animal más energía que la que te proporcione comerlo”.


    Con la estructura actual del fútbol, la Copa del Rey es un trofeo de segunda cuya conquista exige más energía que un trofeo de primera: el negocio sólo es para el Barcelona, que se garantiza jugar la Copa Rubiales en Arabia, el desierto donde brillan sus luceros Pedri y Gavi, con los que el Relato antimadridista escribe luego sus mil y una noches del “fúpbol”, más las opiniones políticas de Xavi, que en la “jaima” se suelta como un Richard F. Burton egarense.


    Para afrontar con garantías la Champions, que es su competición, el Real Madrid debió presentarse a pelear la Copa en Cáceres con el Castilla; y luego, en Villarreal, lo mismo; y ahora no estaría en la necesidad de desgastarse inútilmente con la peña de Simeone, quemando a Vinicius, que está pidiendo a gritos un Manolín Bueno.


    Manolín Bueno era el suplente de Paco Gento para los partidos en que no convenía poner en riesgo a Paco Gento (por ejemplo, en San Mamés), el Vinicius de la época, si bien los que pegaban a Gento no tenían la claque mediática que tienen hoy los que pegan a Vinicius, convertido en el Cascamorras de la Liga de Tebas por el Relato antimadridista, del que forma parta la TV pública, cuyos sacamuelas censuran en las acciones de Vinicius, no las patadas que recibe, sino las protestas que manifiesta.


    La soledad del portero en el penalti es una broma al lado de la soledad de Vinicius ante el lateral derecho, puesto estelar en la Liga de Tebas, que ha consagrado como figuras a Baillu, Maffeo, Raillo, Foyth o Mandi, todos ya con su Homero en los medios, donde son presentados como Ulises atados al mástil para resistir las provocaciones de las sirenas, que siempre son Vinicius. En el Relato antimadridista, Pedri es jugón y Vinicius es provocador; Gavi es fogoso y Camavinga es karateca (esto, a sabiendas o no, lo divulga Valdano), y para el árbitro resulta moralmente más asequible tarjetear a un karateca que tarjetear a un fogoso.


    Esta lluvia fina del Relato antimadridista cala en el piperío, propenso a dejarse impresionar por las hermanas Izquierdo del “mainstream”, que le calientan la cabeza con que Bale es mal madridista porque juega al golf o con que Tchouaméni (mi imperial Aurealiano) se va a un partido de baloncesto en vez de escuchar los comentarios de Carlos Marchena al Villarreal-Real Madrid, entre ellos el de que las rayas del Var “las tiran humanos, y los humanos se equivocan”, obviando la observación de Mae West, que dijo: “Errar es humano, pero sienta divinamente”.


    Divinamente, desde luego, le sentó al Villarreal la raya que validó su segundo gol, el que hizo exclamar a los narradores: “¡Eliminatoria encarrilada! ¡Castigo importante!” ¿Por culpa de quién? De Vinicius, que se dejaba la energía en hablar en vez de hacerlo en jugar. ¿Con quién hablaba? Con el portero suplente del Villarreal, Pepe Reina, célebre gagman internacional, cuya “fogosidad de capitán” (“es que lo vive, que lo siente, que lo sufre”) le hacía dar conversación al extremo del Madrid, que tiene de los nervios al antimadridismo, que ahí se pierde hasta Parejo, soberbio jugador que contra el Madrid deja escapar detalles de Rencorejo.


    Tráiganle un Manolín Bueno a Vinicius y sáquense del centro del campo a los treintañones, que Rudiger empieza a sufrir el síndrome Samuel, central sin laterales para desahogar y sin centrocampistas para picar, trabajo que hacía Casemiro, que incluso tiene cara de picador (el Relato antimadridista ha aprovechado la sanción a Casemiro por amarillas en Manchester para compararlo con Panadero Díaz: ya saben, “la permisividad arbitral con Casemiro en España”). Para un central recién llegado, parar delanteros a pelo, o a capela, es como poner banderillas en Lisboa, donde no está permitido picar, y el toro se te viene encima entero. Ahora que llega lo gordo, el ideal antimadridista sería neutralizar mediáticamente a Vinicius por provocador, a Camavinga por karateca, a Aureliano por  falta de compañerismo y, de paso, a Rudiger por loco.


    El antimadridismo rampante, relanzado con los fastos de la Copa Rubiales en Ryad, es la rama deportiva del rencor igualitarista de España que en la capital yita cantos al forastero (¡el antimourinhismo!) para que se vaya, y si se queda, lo tira al pilón.




ANCELOTTI Y ARAGONÉS

 
    En un arranque de humildad zapateril (“a humilde a mí no me gana nadie”, llegó a decir Zp en el Congreso), Guardiola ha dicho a los ingleses algo a lo que nunca se atrevió Churchill: “Lo siento por mis ‘haters’, pero estaremos en los libros de historia”. Mientras, el pobre Ancelotti, despojado de toda su historia por Xavi en la Copa Rubiales de Arabia Saudí, se vio en Villarreal ante la necesidad de recordarle al veinteañero Rodrygo, cabreado por un cambio, lo elemental: “Tú a mí me saludas”, que ha escandalizado tanto como en su día el “Je vous salue, Marie” de Godard, pero el tuteo de Ancelotti a Rodrygo es la versión Murphy del usteo de Aragonés a otro brasileño, Romario: “Míreme a los ojitos”. ¡La jerarquiología!
 

[Lunes, 23 de Enero]