martes, 3 de enero de 2023

Los duendes de Elon Musk

Yuri Dombrovsky

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El otro día, en un voletío Madrid-Londres, al atravesar unas turbulencias sobre el Canal de la Mancha, me quedé sin Twitter por apagón de la cuenta.


    –Hemos determinado que has violado las Reglas de Twitter, así que tendrás que esperar un tiempo para usar Twitter de nuevo. Es posible que necesites realizar algunas tareas adicionales para volver a usar Twitter.


    Es el mensaje más dombrovskyano (de Dombrovsky y su mundo kafkiano –¡staliniano!– de “La facultad de las cosas inútiles”) que nunca haya recibido. “Primero la sentencia, después el juicio”, dijo la Reina de Corazones. Mas ese tuteo falangista y esa alusión a los campos de reeducación que hay en la necesidad de “tareas adicionales”. Bienvenidos, pues, al futuro: lo anuncian los duendes de Elon Musk. O los “bots” de las viejas del visillo que vigilan nuestra “democracia liberal”. Después de todo, tomo tierra en el país que un día inventó la libertad política y que ahora manda a la policía a arrestar a una señora sospechosa de delito de pensamiento por rezar, en silencio, como leía San Ambrosio, ante una clínica de abortos. Peor están en sus ex colonias: las policiales Nueva Zelanda de Jacinda y la Australia de Albanese.


    De los tiempos del periodismo no queda ni el calendario del periodista, que marcaba por estas fechas el artículo de Navidad, con sus cascabeleantes panderetas, decía Foxá, mientras fuera, en el hielo, agonizaba la mendiga con su hijo prendido al blanco y amoratado seno, que era la escuela del cuento navideño de Dicenta. Ahora la mendiga navideña somos todos, y nos vemos como la mujer barbuda de Ribera amamantando a una cría de la libertad que no lograron abortar, y que ya sabemos que no sobrevivirá.


    El Twitter de Musk es el de Dorsey, pero sin Vijaya, la censora con más brazos que Shiva para apagar cuentas (lo hizo con la de Trump, el mejor tuitero que hayamos visto). Pero la censura general llegó para quedarse.


    –Pemán, ¿usted ha visto cosa más tonta que un censor? –contestó Franco al académico, que había ido a quejársele de los tachones.


    El Twitter de Dorsey y Vijaya bordó la tontería cancelando a Trump, a quien Musk devolvió la cuenta. En protesta, Juan Cruz se despidió de la red del pajarito con un discurso como el de Suárez al despedirse del gobierno, y luego regresó por la gatera. Un español es a la censura lo que la pulga al perro, y por eso España, con la nueva cultura, es un país que no sabe a dónde va, pero que camina en vanguardia.


    Es la cultura “Third Strike”, ley americana del 94 inspirada en el béisbol (“tres faltas y fuera del partido”) que obligaba al juez a condenar a cadena perpetua a los reos de un tercer delito, al margen de su gravedad. Aquí, “en gimnasia, cuando juegan, si los chicos hablan en español, los castigan con tres minutos sin jugar”, denuncia un padre catalán.


    “¿No tienes conciencia?”, preguntó la carpa al lucio. Y el lucio abrió sus fauces y se comió la carpa.

[Martes, 27 de Diciembre]