martes, 16 de agosto de 2022

El cheque

 


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Isabel Rodríguez dice que Sánchez “es guapo, y eso hay muchos que no lo soportan”. Isabel es ministro, pero habla como una menegilda a la salida de “¡Mecachis, qué guapo soy!”, la comedia de Arniches.
    
La belleza salvará al mundo, nos previno Dostoyevski, y a eso se agarra Sánchez para salvar al menos su cargo. Bolaños, que lo cuida como la hormiga al pulgón, le lee el párrafo en que Hobbes admite que la belleza física de un tío es un poder, pues predispone a los desconocidos y a las mujeres a su favor. Ahí está, puntual, el cheque mensual de Úrsula, la baronesa de la UE (la Mayra del “Un, dos, tres…”, si no fuera mala), a Sánchez, para que eche de comer a España, la nación más antigua de Europa, que debe PIB y medio y anda a la quinta pregunta.
    
Hoy entregamos a España el segundo pago por valor de 12.000 millones de €, por el avance en economía digital, salud, educación, mercado laboral y saneamiento de las finanzas. ¡Enhorabuena a España! –tuiteó a la entrega del último.
    
Cheque por soberanía (y lo que se tercie). “Cicisbeo de Estado” (¡chulos de Europa!), y Úrsula es como nuestra Sra. Robinson, mezcla de marquesa de Serafín y la condesa de E. que flirteaba con Ruano. El primer día lo citó por carta, que firmaba “Agustina”, en un café de Argüelles. Lo desconcertó la pobreza con que iba vestida: “como de mujer caída muy de lo alto, una pobreza digna, aristocrática, un tanto fúnebre y como húmeda”. Le pidió mil pesetas. “¿Puedo valer para usted eso?” Mil pesetas del 32 eran muchas pesetas. “Las que me pagaba ABC, adonde fui por ellas, porque jamás he ahorrado”. Se las entregó y se despidieron “para siempre”, que fue el día siguiente.
 
    –Ha sido usted como yo esperaba que tenía que ser y vengo a traerle sus mil pesetas. ¡Estoy enamorada de usted!
    
Ya no se llamaba Agustina, sino Maruja, y decía ser la institutriz de la condesa E. Hasta que una tarde apareció con un abrigo de piel magnífico y grandes joyas. “¿Aún no has entendido nada? ¿Quién puedo ser?” “La condesa de E.” “¡Creí que no lo ibas a adivinar nunca!” Extraña e histérica criatura. Ahora su nombre era María. “Hablábamos de un libro de Ortega y empezaba a llorar y a decirme que ella no me gustaba”. Una tarde le telefoneó en vez de acudir a la cita: “Vete de Madrid… Mi marido se ha enterado de todo y quiere matarte”. “Pero ¿por dónde se ha enterado?” “Se lo dije yo todo”. El conde, mezcla de masoquista y de cabestro calderoniano, no era cosa de todos los días: ella jugaba con los tres, con el masoquista, a quien informaba de su vida; con el cabestro calderoniano que cogía una pistola; y con Ruano, que acabó desafiado a duelo a espada francesa, con guante hasta el hombro. A muerte, dijo el conde. Tuvo de padrino a Manuel Bueno, luego asesinado en Barcelona por los milicianos, que lo sacaron a patadas, enfermo, del piso donde unos días antes había dicho a Ruano:
 
    –Aquí, Ruanito, no pasa nada. ¿Somos algo más que unos proletarios de la pluma, y mal pagados?
 
[Martes, 9 de Agosto]