Hughes
Abc
Vuelve el Madrid a ganar. Todavía no ha ganado nada, pero Zidane ha conseguido que un equipo muerto cobre vida. ¿Cómo? ¿De qué manera?
Explicar esto sería explicar la gran pregunta futbolera: ¿a qué juega el Madrid? Zidane tiene una base, unos jugadores que parecían ya exfutbolistas y que se han convertido en las estrellas del año. A veces, al explicar su Casemiro-Modric-Kroos y su defensa, mis probres entendederas han pensado la imagen del perchero: una base que se estira: el Courtois, Ramos, Varane, la media y Benzema, los mismos siempre, siempre los mismos… También lo he visto como un maniquí, un busto de costura, algo incompleto, como una Venus de Milo, una estatua sin brazos, que le iba bien por su condición de algo hermoso y ya pasado, de gran equipo que fue. Pero tampoco. También pensé en la base de una sombrilla, esa pesa de hormigón que sostiene y hace inamovible la sombrilla en nuestras terracitas, elemento cultural fundamental, matriz social de la España de ahora.
Esto tiene más sentido: tiene una forma de polígono, algo pesado, gran marmolillo de fútbol control…
Si uno lo analiza, esa base del Madrid, ese núcleo con el que Zidane ‘muere’, usando la expresión futbolera de tanto entrenador, esa base no es normal. Contiene tres jugadores que han sido campeones del Mundo: Varane con Francia en 2018, Kroos con Alemania en 2014, Ramos con España en 2010… ¿Ha habido algún equipo con tres campeones del mundo de tres naciones diferentes en tres mundiales distintos? No me viene ninguno a la cabeza. Tampoco es un equipo con tres campeones, sino con tres ya campeones. Es decir, cuando se juntan Kroos, Ramos y Varane están triangulando tres que ya han levantado una Copa del Mundo. Son doce años de historia del fútbol que se ponen a triangular. Son tres campeones, además, en la misma zona del campo. La cantidad de conocimiento y experiencia que acumulan es difícil de imaginar.
Pero lo asombroso es lo que completa la base: Courtois fue el ‘guante de oro’ en el Mundial de Rusia (2018), Casemiro fue el alma de Brasil, y fue su baja contra Bélgica la que impidió que Brasil llegara más lejos. Casemiro es, probablemente, el único jugador del Madrid que es, sin discusión, el mejor del mundo en su puesto. France Football lo incluyó en el once del Mundial, en el que también estaba Modric, el líder de la finalista Croacia, el mejor mediocampista del Mundial. Esos seis jugadores: Courtois, Ramos, Varane, Casemiro, Modric y Kroos forman lo que Luis Aragonés llamaba ‘los pasillos de seguridad’. Pero no es un pasillo ¡es un pentágono! Es el pentágono del fútbol actual, es la forma que tiene en el esquema de Zidane. Siguiendo con Aragonés, esos jugadores ‘tienen el culo pelao’. No es que sean buenos, es que lo son de muchas maneras. Son buenos técnicamente, tácticamente, físicamente, mentalmente, buenos de un modo ‘epocal’, de una forma suprema, que no podemos alcanzar a valorar. Por eso dan esa impresión de autorregulación, de conocimiento superior del fútbol. No eran exfutbolistas, eran jugadores en la cima del fútbol, sobre el fútbol.
Este pentágono es la figura de seguridad máxima en nuestro mundo. El pentágono americano. Sobre los triangulos de Cuyff, el pentágono tiene todas las simetrías. ¿A qué juega el Madrid? No lo sabemos, pero tiene ese pentágono. Y sobre ese pentágono de seguridad crece su fútbol en muchos ejes, en simetrías de muchos tipos. En realidad, es un hexágono. Es Benzema el que completa el núcleo de Zidane, el que completa el eje vertebral del Madrid. Ojo aquí, porque Benzema no estaba, estando, a la altura de los otros: campeones del Mundo o figuras del Mundial de Rusia. Podía haber ganado el Mundial, pero no le llevaron por motivos conocidos. Pero Benzema era otra punta más del equipo, y, como no puede esgrimir un Mundial, se ha elevado sobre su propio rendimiento. Ha mejorado, se ha hecho crack indiscutible para entrar, cerrando lo que empieza en Courtois, en ese pentágono de seguridad que con él ya es otra cosa, es hexagonal (y también hexagonial).
EL hexágono ya nos obliga a pensar en las posibilidades geométricas. No es el triángulo de Cruyff, ni el árbol de Ancelotti, es otra dimensión geométrica, es otra cosa. Ese hexágono zidanero es lo que lleva al Madrid a otra dimensión del fútbol. A su flor. Es lo inexplicable.
Como cronista deportivo, lo mejor que he escrito se lo dediqué a ese equipo en la última Copa de Europa. El buen periodista cuenta lo que ha pasado, el gran periodista avanza lo que pasará, y muy poca veces el periodista cuenta lo que no se ve, lo que no es, ¡ese periodista subatómico llegué a ser yo! Quise explicar la flor, pero no pude. El Madrid ganaba con goles de rebote, con chilenas, con los fallos de Karius (los ‘goleskarius’ que dice Ruiz Quintano) y todo se achacaba a la flor que Zidane llevaba como un lirio en la mano. ¿Pero no era eso muy fácil? Había una gran verdad. Algunos respondían: ya están con la flor… ¡pero es que era la flor! Y esa flor era trascender lo conocido. Los grandes entrenadores habían dominado el fútbol, todos los elementos dl fútbol: físico, técnicos, tácticos, anímicos… Pero Zidane parecía dominar lo que no se veía del fútbol, lo que rodeaba mágicamente el fútbol. ¿Había sistematizado el azar? ¿Había intervenido la rosa loca del fútbol? Había que preguntárselo, porque el Madrid de Zidane era, por números, el mejor equipo de clubes de la historia tras el Madrid de Di Stéfano, y acaba de igualar al Ajax de Cruyff, de superar al Milan de Sacchi. ¿Acaso eso no merecía explicación?
Eso se resumió como el Madrid de Cristiano, pero Cristiano se fue y el equipo languideció apagándose hasta ahora que renace con la Liga del año pasado y esta temporada en la que vuelve a brillar como un equipo raro y ajeno a su tiempo. El Madrid no tiene nada que ver con las velocidades del Liverpool de Kroos y del Bayern. Este Madrid se alza como un anacronismo, como otra cosa, con un fútbol de sabiduría en el que asoma el toque, el catenaccio, la contra, la síntesis de estilos, y en el que los jugadores parecen manifestaciones del entrenador. Un equipo de veteranísimos al que la moneda parece volver a caerles de cara.
¿Cuál es el patrón de Zidane? ¿Qué nos vende? ¿Qué sistema tiene? Es un entrenador sin ‘filosofía’. Es el ‘juntarse’. Ellos, los que él elige, los suyos, se juntan: el gran esfuerzo, su logro es haber vuelto a formar una figura. Zidane, musulmán al fin y al cabo, parte de un elemento geométrico, el hexágono, su mosaico, del que sale fútbol y sus reverberaciones fractales, sus posibilidades, y no podemos ignorar que en esa figura hay revelaciones mágicas, alquímicas, religiosas incluso…
El hexágono es una importantísima figura del arcángel Metatrón. Es el cubo de Metatrón, revelación geométrica de esta figura religiosa del mundo judeocristiano, interlocutor entre Dios y los hombres, revelador de conocimientos, de pasillos entre lo visible y lo que no, ‘pasillos de seguridad’ de lo cósmico. Ese hexágono es conocido como… la flor de la Vida.
El sistema de Zidane, el núcleo de Zidane, la forma de Zidanes es la flor de la vida: unidad del Cosmos, origen de todo, imagen de los átomos y las esferas, totalidad del mundo Algunos se conformaron con hacer fútbol total… Zidane hace otra forma de fútbol total. Total del todo. ¡Cósmicamente total!
Cuando algunos aun anda imitando el fútbol total de Rinus Michels, holandés, Zidane coge su almendtrilla geométrica, su esquema místico y ya va hacia el Fútbol Total Cósmico. El Madrid ya supera las épicas, supera las machadas sobrehumanas, el Madrid ya no asciende, el Madrid desciende. En esa forma sobre el campo ocurren cosas, epifanías. Por eso la base del Madrid de Zidane es la geometría, él ha aportado al fútbol europeo la pauta islámica, y por eso su fidelidad a ese dibujo es inconmovible: a los suyos, a su figura, a su hexágono. Ésa es la cabezonería de Zidane, basada en revelaciones extrafutbolísticas, paranormales. Zidane estira, arcangéligo, el fútbol hacia lo divino, que será como llamemos ahora aquí a lo que no conocemos. Es la volea de Glasgow. Son las chilenas de Cristiano, de Bale (¡escorzos, glifos! ¡el mundo cabezabajo apocalíptico!). Son los goleskarius.
Es eso que no se puede explicar, pero que algún día podremos y que se resume en el ¡qué bien compite el Madrid!
El hexágono es la base del equipo, lo que no se toca, y a sus lados, como flancos, está lo accesorio, lo intercambiable. En la derecha: Carvajal, Lucas, Militao, Odriozola, Valverde, Asensio, Rodrygo… En la izquierda: Mendy, Marcelo, Nacho, Isco, Vinicius, Hazard…
Hazard fue otro en el 11 del Mundial de Rusia, y fue el gran problema de este Madrid, que con él hubiera sido no un hexágono, sino un heptágono ya indiscutido: los siete días de la creación, la forma de colmena de miel florentiniana de copas de Europa, la estrella de siete puntas… Ya era demasiado eso, y ha habido un veto supremo que mortifica a Hazard.
La geometría de Zidane es este Madrid que la obtiene con una colección de jugadores como no ha habido: 12 años de campeones del Mundo, y lo mejor del último Mundial. Una generación de fútbol quintaesenciado en un vestuario, piña de muchas veteranías. Esa maravilla: la concentración de sabiduría en la base del equipo se le da a Zidane, también Campeón del Mundo, que, sometido a su fidelidad geométrica mediterránea, consigue dos cosas: 1) Trasciende la táctica. Su hexágono contiene todos los triángulos cruyffistas (por eso en él el toque es solo un recurso), y se totaliza en el círculo. 2) A partir de las posibilidades espirituales de la geometría, por conocerlas, eleva su Madrid a lo paranormal. Toca, intuye, palpa lo extrasensorial, lo extrafutbolístico… por eso no es ninguna locura que la flor de Zidane, que es su hexágono de superclases, es un intento de llevar el fútbol más allá, más allá de los datos, del bigdata, y de los horribles entrenadres sistematizadores… Cuando triunfa la tecnología, él descorre otro velo.
Zidane protege el elemento inefable, inasible, invisible, mágico del fútbol invocándolo con su elegancia de chamán en el secreto. Él lo ha visto, lo ha entrevisto, lo ha intuido, el fútbol se le ha aparecido de alguna forma (Ruiz Quintano ha escrito sobre la confesión, en una entrevista hace años, cuando contó la visita de ‘alguien’ antes de una final).
Zidane sabe que hay Otro Fútbol, pero no es el Otro fútbol de la marullería de la que hablaba Camacho. Este equipo domina los otros fútboles, los varios otros fútboles, ¡las alteridades del fútbol! Lo Otro. El revés. El otro lado. La ambición madridista, guiada por el Ser Superior, quería el heptágono. Con Hazard hubiera sdo el heptágono, insistimos: la creación del mundo en siete días, un paso más, una vuelta de tuerca geométrica hacia la fractalidad de copas de Europa…
Que Butragueño (¡el futbolista más innegablemente arcangélico que ha habido!) llamara a Florentino “Ser Superior” no fue por nada. No fue un lapsus o, si lo fue, reveló su naturaleza. Hay que aclarar esto, porque es importante: no es que Florentino sea un ser superior, es que en el Madrid toma el papel de un ser superior. La escala del Madrid, que tiene en el Más Allá a Bernabéu, se completa con Zidane, continuador de la flor de Miguel Muñoz, en el manejo, a ras de césped, de los elementos mágicos del fútbol. El Madrid es el Madrid porque está más allá de la táctica. El Madrid es el equipo que ha tratado de controlar lo subatómico o lo paranormal, anticipándose décadas a los futuros laboratorios de nanotecnología de la pelota. El Madrid tiene en su ser político y sobrepolítico (que no pueden comprender) incorporado el I+D+I. Por eso a Zidane hay que entenderlo como, primero, un geómetra iluminado de tipo islámico, y primera incrustación seria de lo islámico en el fútbol.
Como fiel a la geometría, es avance y dominador de lo que la geometría invoca mágicamente: del pentágono al hexágono o cubo de Metatrón del fútbol o Flor Vital. Por eso el Madrid domina ejes que no se ven, va más allá de su aparente acabamiento, de su ramplonería táctica. Toca más ejes invisibles porque a su dimensión histórica, su dominio del eje del tiempo, ha añadido otro elevatorio, ascensional con Zidane y su esquema táctico-sagrado. Esto se hace porque (no lo hemos sabido ver, ¡no lo he sabido ver hasta ahora!) La glaxia florentiniana continúa tras Cristiano en ese acaparamiento insólito de jugadores en su base, de campeones del mundo y de casicampeones en 2018. Esta acumulación (¡ahora lo veo!) es lo que se le pedía al Primer Florentino: no cracks al tuntún, cracks con sentido del fútbol, con respeto al fútbol. En este equipo se han acumulado con sentido futbolístico. No ya desmontar el fútbol irrespetuosamente, sino trascenderlo, superarlo. El Primer Florentinismo fue la Galaxia: Zidane, Ronaldo, Figo… El Segundo fue Cristiano, Kaká, Benzema… El Tercer Florentinismo (austero, misticoide, recogido, callado) es este que acumula del 2018 al 2021/2022 una selección mundial y generacional de campeones y de casicampeones en la base misma de la jugada, en la base misma del equipo… Si Mbappé viene, ese será el IV Florentinismo, el Tercero ya nos fue revelado. Este caudal se le da a Zidane, sumiso a una geometría, y, por tanto, mago, revelador, interiorizador de las epifanías, que ya no suceden vulgarmente en forma de goles de Ramos, o minutos 93. El Madrid está en otro plano y esa mezcla de Tercer Advenimiento Florentiniano, hexágono (cubo arcangélico) y fútbol paranormal (es decir, nauta en lo desconocido… ¡Zidane como fútbolnauta!) es lo que llamamos La Flor.
Este equipo, que tiene algo de trasmundo, de equipo de ya muertos, o ya dado por muertos, camina sobre su propia historia o sobre las líneas meramente históricas del fútbol actual (el City, el Bayern…) y quizás se acabe en unos meses con la marcha de Varane, Ramos, etc.
Por eso, debería disfrutarse como un equipo con absoluta singularidad en la cuajada historia del Madrid: el postcristianismo ya no es un vacío en el que echar de menos a Cristiano. Es el equipo de la Flor Hexagonal.